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Democracia Palestina

Las diferencias internas amenazan al Estado que diseña Yasir Arafat

"Somos una democracia. Siempre seremos una democracia". Ésa ha sido siempre la respuesta de Yasir Arafat, presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) las incontables veces que se ha visto bajo fuego de adversarios internos a lo largo de su azarosa vida política.Pero, a medida que se acerca la hora de que los palestinos tomen en sus manos su propio destino, la validez de la frase está por verse. El asesinato de tres dirigentes de la facción arafatista Al Fatalh en Gaza en el último mes ha sido interpretado como la más alarmante manifestación de pugnas internas en el umbral de la crítica fase de autonomía palestina en Gaza y Cisjordania.

Mohamed D. iba camino de su casa en Ramala el otro día cuando, fue interceptado por cuatro encapuchados. Lo empujaron al interior de un coche y fue llevado a un descampado. Allí se le propiné una severa paliza. Días antes había estado pegando carteles de Arafat. Al día siguiente, en Gaza, un profesor de la Universidad Al Azhar se topó con un grupo de estudiantes agresivos. Le aconsejaron que no volviera a dar clases. El profesor había criticado vehementemente el acuerdo de paz entre Israel y la OLP.

Como el hombre de Ramala y el de Gaza, millares de palestinos se están preguntando ahora de qué tipo de democracia hablan sus dirigentes. Y no encuentran respuesta fácil. Ni siquiera entre los arquitectos del proyecto de Estado palestino que deberá comenzar a cobrar forma una vez que las tropas israelíes se retiren de Gaza y Jericó, el 13 de abril próximo en principio.

Sari Nuseibe, el coordinador de los comités técnicos encargados de lidiar con la infinidad de cuestiones que heredarán los palestinos con la autonomía, dice simplemente: "Esperamos que todas las organizaciones políticas participen en el futuro Gobierno. Será un sistema multipartidario para una sociedad libre, abierta".

Lucha por el poder

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De momento no parecen más que objetivos encomiables y buenos deseos. Si la sórdida lucha por el poder que ya se está librando en los territorios ocupados prefigura algo es que los palestinos van a descubrir, mucho antes de lo que pensaban, que lograr una democracia real va a ser tan arduo como construir desde cero la infraestructura física de un Estado rodeado de recelos árabes y un buen grado de hostilidad popular israelí.

"Estamos entrando en una fase de peligrosa fluidez política", dice George Giacaman, decano de la Facultad de Artes de la Universidad Palestina de Bir Zeit y director del Centro de Estudios sobre la Democracia Según Giacaman, una de las grandes preguntas es cuánto se va a asemejar el futuro Gobierno de la entidad autónoma palestina al sistema que ha regido el debate político bajo el paraguas de la OLP. "Va a ser difícil borrar ese modelo", apunta.

Arafat y Al Fatalh han sido motor y timón de la OLP desde su fundación, en mayo de 1964. De hecho, la OLP dejará de existir como Gobierno en el exilio para dar paso a la Autoridad Provisional Palestina (APP) en Gaza y Jericó hasta las elecciones del Consejo Palestino en julio próximo. Técnicamente, la OLP, o, mejor dicho, Al Fatah, se convertirá, pues, en "el partido en el Gobierno". Arafat posee el título de presidente de Palestina desde la declaración de la in dependencia nacional por el Consejo Nacional Palestino (CNP), el Parlamento en el exilio, en la histórica reunión de Argelia en noviembre de 1988. Incluso algunos asesores de Arafat dicen que ha sido siempre un autócrata caprichoso.

Aparte del rompecabezas territorial y del reto económico, entre los gigantescos problemas que inaugurarán la vida política de la entidad palestina figura prominentemente la tenaz oposición de varios de los actuales componentes de la OLP y de las organizaciones izquierdistas y musulmanas al margen de ella. El Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), de Georges Habash, y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FI)LP), de Nayef Hawatmeh, ambos con sede en Damasco, son los principales críticos de Arafat y enemigos del acuerdo de paz con Israel. Igualmente se oponen al proyectó movimientos islámicos como el Hamás y la Yihad Islámica, que han jurado sabotear el pacto y que ya han descartado su participación en las elecciones.

Son innumerables las preguntas que se hacen políticos, estudiosos y palestinos de a pie: ¿Qué tipo de sociedad les depara el futuro? ¿Serán gobernados por un régimen autócrata? ¿Garantizará el sistema las libertades civiles? ¿Será la autoridad una fiel expresión de la voluntad popular protegida por un Parlamento o más bien la extensión del puño de un déspota? Arafat lo ha dicho mil veces: Palestina tendrá un Gobierno laico. ¿Se ignorará entonces la creciente demanda de una legislación basada en los preceptos islámicos?

Hay preguntas aún más inquietantes: incrustada en un mapa de regímenes árabes todo menos genuinamente democráticos, ¿podrá la entidad palestina atreverse a irritar a sus vecinos convirtiéndose en un ejemplo de pluralismo democrático? A Hanán Ashraui, la portavoz de la delegación palestina en el proceso de paz, se le atribuye haber dicho públicamente que ninguno de los regímenes árabes ofrece un modelo para el futuro Gobierno palestino.

Seguir el islam

Investigadores palestinos y expertos noruegos que publicaron recientemente un estudio sobre las preferencias de los palestinos ofreciendo siete opciones de sistemas políticos descubrieron que el 68% de los encuestados rechazó todas. Son dos las conclusiones más reveladoras de ese estudio: primera, que para la vasta mayoría de los palestinos, ningún país ofrece un modelo político adecuado. Y segunda, la mayoría de los encuestados (60%) cree que el principal atributo del sistema político debe reflejar enseñanzas del islam. Sólo un 20% cree en el sistema democrático tradicional. "Arafat maneja la OLP como un dictador, y lo que impondrá cuando se traslade a Jericó será una dictadura", afirmaba la semana pasada en Ammán el ingeniero Ibrahim Goshe, el exiliado portavoz del islámico Hamás.

Arafat, mejor que nadie, sabe que tras 26 años de ocupación militar israelí en Gaza y Cisjordania existen altas dosis de antiautoritarismo. Imponer un régimen que ignore las más básicas aspiraciones políticas sería dar un salto en el vacío. Arafat también es consciente de que seis años de rebelión palestina en los territorios ocupados han engendrado, especialmente en la juventud, una profunda animadversión hacia todo lo que represente autoridad.

Ghassan Khatib, líder del pequeño Partido Popular (ex comunista) y miembro del equipo negocidor palestino, decía hace poco a The Washington Post: "El liderazgo palestino se va a ver cara a cara con una sociedad civil en la que quizá sea posible la democracia o quizá no. Los palestinos todavía no han experimentado una vida democrática, y hay una diferencia entre un deseo emocional y la capacidad de practicar la democracia".

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