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El Tribunal Constitucional alemán dará un 'sí' condicionado a Maastricht

El último obstáculo del largo y tortuoso camino de la ratificación del Tratado de Maastricht debe salvarse el próximo martes si, como se espera, el Tribunal Constitucional de Alemania rechaza las alegaciones de anticonstitucionalidad presentadas por algunos de sus detractores. Casi nadie cree que los jueces de Karlsruhe se atrevan a hacer descarrilar el proceso de construcción europea, pero hay cada vez más sospechas de que los magistrados de ropajes cardenalicios condicionarán su sí tanto a la cuestión de la pérdida de soberanía como al supuesto déficit democrático del tratado.

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El Tribunal Constitucional alemán consta de dos salas, llamadas Senados, cada una compuesta de ocho jueces. La primera se encarga de las cuestiones puramente legales, mientras que la segunda lidia con los temas abiertamente políticos. En los últimos tiempos, su trabajo ha sido bastante complicado, debiendo enfrentarse a temas como el del envío de tropas al extranjero o la reforma del derecho de asilo. En todos ellos se ha pronunciado a favor de las tesis de Bonn.En esta ocasión, además, un no al Tratado de Maastricht supondría, como se han encargado de recordar desde Bonn, poner a Alemania en una situación ciertamente embarazosa. Pese a todo ello, los jueces de Karlsruhe parecen bastante preocupados por el tema de la dejación de soberanía nacional en el proyecto de una Europa federal.

Paul Kirchhof, uno de los ocho magistrados que deben dictaminar sobre el Tratado de Maastricht, ha sido muy claro sobre el tema en su recién publicado Manual de Derecho del Estado de la República Federal de Alemania, en el que asegura que la Unión Europea se dirige hacia la creación de un Estado ( ... ) que rebaja a los Estados miembros a organizaciones subordinadas y, por tanto, les resta soberanía".

En su opinión, el artículo 79.3 de la ley fundamental alemana permite únicamente "un Estado federal", y especifica que el Legislativo no tiene capacidad para cambiar el artículo 20, según el cual la República Federal de Alemania (RFA) es un Estado y no un país dentro de un Estado europeo. "Todos los órganos estatales y sus representantes actúan fuera de su legitimidad si tocan o hacen peligrar estas garantías inalterables", dice Kirchhof en su libro, para añadir que el derecho constitucional alemán "no autoriza a los órganos del Estado a trabajar en la disolución del Estado anclado en la Constitución y su integración en un gran Estado europeo", lo que en su opinión sería caer en el "desarraigo".

El otro punto conflictivo en el que se basa la demanda presentada en Karlsruhe por Manfred Brunner -ex jefe de gabinete del comisario europeo Martin Bangemann y el crítico más conocido del Tratado de Maastricht-, junto a un grupo de diputados de Los Verdes, es el del llamado déficit democrático del tratado firmado hace casi dos años en la ciudad holandesa.

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Se basa también en el artículo 20 de la Constitución, en el clásico párrafo que asegura que "todo el poder del Estado surge del pueblo". Para los autores de la demanda, los escasísimos poderes del Parlamento Europeo (PE) la falta de control de éste sobre el Ejecutivo (la Comisión Europea) violan la ley fundamental.

La Europa federal

Fuentes cercanas al Gobierno apuntan a que el alto tribunal condicionaría la constitucionahdad del tratado, por un lado, a que se cegara la vía a una auténtica Europa federal, estableciendo una serie de restricciones para cualquier otra transferencia de soberanía a Bruselas, y por otro a que se paliara el déficit democrático aumentando los poderes de control del PE, fijando, además, una fecha para ello, que sería la del año 1996, cuando, según el mismo tratado, está prevista una revisión.

Estas condiciones, sin embargo, no son nada nuevo. El Bundestag, cuando aprobó por gran mayoría el tratado, ya incluyó unas cuantas. La clase política alemana, consciente del temor popular a depositar su moneda, el marco, en un futuro cesto europeo, incluyó una resolución que indica que "la estabilidad de la moneda debe ser garantizada en cualquier circunstancia", dotándose posteriormente de una cláusula similar a la conseguida por el Reino Unido, que consiste en requerir una mayoría cualificada de dos tercios en el Parlamento para la entrada en la unión monetaria. En realidad, esta mayoría cualificada se aplicará a todas las decisiones que incluyan transferencias de soberanía a Bruselas.

El europeísmo, una de las señas de identidad de la política exterior de la RFA desde Konrad Adenauer y el caballo de batalla del canciller Helmut Kohl, está en crisis en Alemania y nada define mejor esta crisis que la selección, por parte del propio canciller, de un candidato a la presidencia federal poco amigo de la idea europea.

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