Me rindo
Todos los días viene alguien a decirme al oído que la cosa está fatal, peor, mucho peor de lo que aparentan los Presupuestos del Estado y la barba de Solbes. Y me han convencido; por eso quiero entregarme, rendirme sin condiciones, sin pacto social, sin puñetas. O sea, que me entrego a quien sea, a los empresarios, a los sindicatos, al Gobierno, a la oposición, al diablo, pero me entrego atado y conmigo entrego también mis armas, mis palabras, mi capacidad de establecer conjeturas e inclinarme hacia un lado o hacia otro en virtud de mis gustos éticos o estéticos.Pero ¿a quién me entrego? Por un lado, me apetece rendirme al PSOE, porque los del PSOE continúan hablando como si tuvieran razón, y eso da mucha confianza. Las palabras que más le he oído decir a Felipe González en los últimos años son "obvio" y "obviamente", como si el pobre estuviera explicando todo el rato cosas muy claras a una población muy obtusa. Lo que parece obvio, a la vista del panorama, es que se ha equivocado un poco, aunque, obviamente, yo no tengo capacidad para medir el alcance de los factores exógenos en el desarrollo del caos.
Claro que cuando pienso entregarme, vencido y desarmado, a Aznar, me acuerdo de que hace poco decía, eufórico, que en un par de años se hace con el Gobierno. Parece obvio que en las actuales circunstancias hay que estar un poco tocado para ansiar de ese modo el bastón de mando, aunque obviamente yo carezco de conocimientos para saber si tiene la solución a los males de la patria.
¿A quién me rindo, pues? Quizá al que nada le parezca obvio ni esté, obviamente, en posesión de la verdad, pero no conozco a ninguno, de manera que finalmente me rindo ante la historia, que, como es obvio, me dará la razón. Se la da a todos.
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