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La negociación con el Parlamento y las violentas manifestaciones en Moscú debilitan a YeItsin

Un policía muerto y una treintena de heridos, algunos de ellos de gravedad, fue el resultado de los duros enfrentamientos que estallaron ayer en una céntrica zona de Moscú entre manifestantes favorables al Parlamento ruso y fuerzas antIdisturbios leales al presidente Borís Yeltsin, cuya posición se ve debilitada, con la prolongación violenta de la crisis política iniciada el 21 de septiembre. La comisión negociadora que, bajo la mediación del patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, busca una solución al conflicto, dio ayer pasos hacia unos acuerdos que, en esencia, bien poco favorecen al presidente.

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Las negociaciones continuaban de madrugada sin que se hubieran resuelto las diferencias. Para Yeltsin, el desarme del Parlamento es condición previa para abordar otros puntos, mientras que para su presidente, Ruslán Jasbulátov, el desarme es la esencia de las conversaciones políticas y no un tema preliminar.Poco después de la medianoche, la televisión emitió breves entrevistas con Jasbulátov y el vicepresidente de Rusia, Alexandr Rutskói. Ambos se pronunciaron a favor del diálogo directo con Yeltsin, aunque hicieron constar que les resultaba personalmente muy penoso tener que tratar con él.

El impulso que Yeltsin obtuvo al disolver decididamente el Parlamento por decreto ha desaparecido prácticamente. Aunque sólo queden 160 diputados atrincherados en la Casa Blanca, su resistencia ha demostrado que realmente Yeltsin no está dispuesto a asumir la responsabilidad de un ataque armado para expulsarlos y, por lo tanto, que la única salida es un pacto.

La negociación auspiciada por el patriarca Alexi II trató de concretar ayer un plan técnico para que las fuerzas del Parlamento pongan sus armas bajo control neutral y al mismo tiempo se retire el cordón policial que ha impermeabilizado la entrada a la Casa Blanca desde el martes. Otro punto importante de la discusión giraba en torno a las garantías jurídicas para los defensores armados de la Casa Blanca y los diputados.

Los encerrados en el Parlamento siguen considerando que ellos representan la legitimidad y son los responsables de conducir el país hacia unas elecciones conjuntas presidenciales y legislativas en febrero o marzo. Borís Yeltsin, por su parte, difícilmente puede volverse atrás de su decisión de disolver el Congreso y el Sóviet Supremo -lo que para él sería una derrota en toda regla-, pero sí está dispuesto a negociar el proceso electoral.

La situación de debilidad relativa de Yeltsin se puso de manifiesto ayer con el aplazamiento de la convocatoria del Consejo Federal del lunes al sábado día 9. El Consejo Federal incluye representantes de los 89 territorios de la Federación Rusa y fue cread o recientemente por Yeltsin como contrapeso al Congreso, ahora disuelto. La beligerancia antiyeltsinista de algunos miembros del Consejo entorpecen los planes presidenciales, que preveían el apoyo de las regiones a cambio de convertir automáticamente este organismo en una de las cámaras del nuevo Parlamento.

Las algaradas callejeras también pesan cada vez más sobre Yeltsin. Una dura manifestación frente al Ministerio de Exteriores paralizó ayer el tráfico en el anillo interior de circunvalación, la vía más concurrida de Moscú, durante varias horas. Los manifestantes, provistos de barras metálicas, construyeron una doble barricada (con más de 50 metros entre una parte y otra) y quemaron maderas y neumáticos. Un mitin en el que se lanzaron consignas como "El fascismo no pasará" y "Todo el poder para los sóviets" acabó con un muerto y 30 heridos.

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