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CIENCIA

Indicios de un sexto sentido humano implicado en la atracción sexual

Nadie había sabido explicar hasta ahora la razón por la que una persona cae bien a otra o le atrae sexualmente, o cómo reconoce un recién nacido a su madre, aunque muchos pensaban que tenía que haber un sustrato físico-químico para estas reacciones instintivas en las relaciones humanas. Ahora, un investigador estadounidense afirma haber encontrado pruebas de que los humanos tienen un sexto sentido, como el que ya se sabía que posee la mayoría de los animales, por el que envían señales significativas e inconscientes cuando la piel emite moléculas químicas sin olor, denominadas feromonas.La recepción de estas señales sería fundamental en aspectos del comportamiento humano como las relaciones sexuales y la capacidad de distinguir un individuo de otro.

El problema es que este científico, David Berliner, dirige una empresa privada de biotecnología y no se muestra dispuesto a compartir su descubrimiento hasta que consiga patentes sobre las 11 feromonas humanas que afirma haber descubierto. Las quiere utilizar, entre otras cosas, como ingredientes de un nuevo perfume. Ha publicado, sin embargo, algunos artículos preliminares y afirma que el órgano humano para la captación de feromonas no desaparece, como se creía hasta ahora, al desarrollarse el feto y que reside en dos pequeños agujeros situados en la nariz.

Los expertos en el olfato, el sentido más próximo al posiblemente descubierto ahora, se han mostrado relativamente escépticos, pero no niegan que exista un sistema de feromonas humano, como el de los animales. Ya se utilizan estas moléculas como medio de lucha contra plagas como la procesionaria o las cucarachas, porque atraen a los insectos.

En los animales la nariz contiene dos canales de entrada sensorial, cada uno con su propio órgano con células receptoras al final, con sus nervios y sus conexiones cerebrales. Uno es el del olfato y otro es el que responde a las feromonas. En el ser humano hasta ahora sólo se había detectado un canal, el del olfato.

El interés de Berliner por las feromonas humanas surgió hace 30 años, cuando al dejar elementos de piel humana en su laboratorio universitario, creyó detectar un buen humor inusual entre sus colegas.

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