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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Aventuras

Durante la década de los cincuenta, Hollywood pone de moda las películas de safaris africanos a través de títulos como Las minas del rey Salomón (1950), de Compton Bennet y Andrew Marton; La hechicera blanca (1953), de Henry Hathaway, etcétera. Su gran éxito hace que todavía de vez en cuando se realice alguna producción que es una clara continuación de aquéllas.Éste es el caso de Perdidos en África. Parte del habitual esquema del grupo de extranjeros que por diversos motivos llegan a África, viven diferentes aventuras y descubren el amor, para alcanzar unos resultados muy parecidos a través de una similar estructura de itinerario. La única diferencia es que, como es lógico, el esquema ha sido convenientemente pulido y barnizado con sucesivas capas de ecología.

Perdidos en África

Director y guionista: Stewart Raffill. Fotografía: Roger Olkowski. Música: Garry Schinan. Reino Unido, 1993.Intérpretes: Jennifer McConib, Ashley Hamilton, Moharnined Nagurai. Estreno en Madrid: Carlos III, Roxy B, Aragón, Excelsior, España, Vaguada.

Los protagonistas de Perdidos en Africa son dos jóvenes, ella inglesa, él norteamericano, y su aventura consiste en verse obligados a separarse no del safari, sino de un simple grupo de turistas, y recorrer una buena parte de Kenia perseguidos por un vengativo nativo, mientras van enamorándose.

Las principales diferencias con el esquema tradicional son que los nativos no se limitan a ser el elemento exótico, sino que son los malos de la historia y que las relaciones entre los jóvenes no se limitan a un casto beso final, sino que no tardan en ser completas; el erotismo no se reduce a que la blusa de la heroína cada vez esté más rota, sino que aparece desnuda de vez en cuando.

Esto no impide que Perdidos en África sea una digna continuadora de aquella ya vieja serie, en especial gracias a la buena labor del guionista y realizador. A lo largo de la casi decena de películas dirigidas desde principios de los ochenta, Stewart Raffill demuestra ser un eficaz artesano. En esta ocasión consigue una buena mezcla entre la aventura interior y la exterior, al tiempo que sabe dosificar la amplia colección de animales que la acompaña e incluso añadirle unas gotas de humor. Aunque lo mejor del trabajo de Raffill lo realiza con sus jovencísimos protagonistas. El debutante Ashley Hamilton, la casi debutante Jennifer McComb y el también inexperto Mohammed Nagurai no sólo resultan plenamente convincentes, sino que consiguen hacer reales a unos personajes sin mucha vida a niveles de guión.

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