Miles de británicos se enfrentan a una grave enfermedad cerebral por injertos infectados
Los pacientes recibieron tejidos humanos procedentes de cadáveres de todo el mundo
Miles de personas se enfrentan desde hoy al temor de sufrir una extraña enfermedad de consecuencias irreversibles. Conocida en terminología clínica como de Creutzfeldt-Jakob (CJ), los primeros síntomas de esta afección mortal, la misma que se relacionó recientemente con niños sometidos a tratamiento con la hormona del crecimiento, se traducen en demencia, pérdida del equilibrio, ceguera y sordera. Según una investigación del diario británico The Independent, publicada ayer, tres personas han muerto en el Reino Unido de CJ tras ser sometidas a operaciones de injertos cerebrales con tejidos humanos contaminados. El diario asegura también que se han denunciado varios casos a nivel mundial.
El descubrimiento de The Independent coincide además con la revisión, anunciada el día anterior, del historial clínico de 300 mujeres que recibieron un tratamiento de fertilidad con hormonas preparadas también con tejidos humanos. Este procedimiento fue experimentado en seis hospitales públicos británicos en 1956, pero suspendido definitivamente en 1985 al confirmarse su posible relación con la CJ. Las mujeres recibían inyecciones de gonadotropinas extraídas de pituitaria humana; es decir, de glándulas recogidas de cadáveres.En los tres casos denunciados de injertos cerebrales, los pacientes recibieron tejidos humanos cerebrales comercializados bajo el nombre de Lyodura por una empresa alemana, recogidos por todo el mundo, procedentes de cadáveres, algunos de los cuales supuestamente fallecieron de la enfermedad. Los injertos se utilizan para proteger el cerebro de lesiones durante ciertas operaciones.
Transmisión
La posibilidad de que la enfermedad de CJ pudiera transmitirse entre humanos se detectó por primera vez en 1968. Investigaciones posteriores han confirmado que los tejidos extraídos del cerebro de aquellas personas que murieron de CJ podían transmitir la enfermedad.El Ministerio británico de Sanidad estableció normas sobre el uso y recolección de tejidos humanos en 1981 y recomendó severas medidas en el uso de preparaciones médicas o trasplantes compuestos con membranas cerebrales u otros órganos recogidos en cadáveres. Sin embargo, según denuncia The Independent, Lyodura no fue retirado del mercado hasta 1991. En España este preparado no está registrado actualmente como especialidad farmacéutica. Los expertos aseguran que un número relativamente mínimo de pacientes corre el riesgo de contraer CJD. Pero Lyodura se comercializó durante 20 años en el Reino Unido, donde se convirtió en una de las fuentes de injertos disponibles en los hospitales públicos.
La enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, se relaciona, por la semejanza de su sintomatología, con el síndrome de las vacas locas, o encefalopatía espongiforme bovina, una enfermedad de origen dudoso que afecta al ganado. Existe la teoría de que puede tratarse de un virus de acción lenta o de unos desconocidos agentes patógenos (unas proteínas mutadas llamadas priones), o que es una mutación genética, ya que se ha observado que tiene carácter hereditario, aunque también se contrae por contagio. Al no conocerse el agente, no se puede detectar con seguridad su ausencia en los tejidos humanos utilizados en tratamientos y lo que debe hacerse es descartar que el cadáver de donde procede el tejido murió de la enfermedad.
Desarrollo lento
Se trata de una enfermedad de incubación y manifestación lenta, que ya en 1990 provocó la muerte de 13.000 reses en el Reino Unido, y el sacrificio de otras 40.000. Entonces, la duda (no descartada) sobre si el consumo de carne podría transmitir la dolencia al ser humano desencadenó una psicosis. entre los consumidores británicos.Los primeros síntomas del CJ pueden tardar unos 35 años en aparecer. Pero, una vez detectada la pérdida del equilibrio o pequeñas indicaciones de demencia, la enfermedad progresa a una velocidad vertiginosa hasta llegar a la muerte en menos de un año.
La confirmación de que ambos tratamientos con tejidos humanos -tanto en los injertos cerebrales como en las inyecciones contra la infertilidad- pueden ser mortales para miles de personas se suma a una cadena de errores clínicos detectados en el Sistema Nacional de Sanidad (NHS) británico.
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