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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Restos de ejército

LA RUPTURA de las negociaciones sobre la retirada de territorio lituano de un último contingente de 2.500 soldados rusos ha venido a recordar algunos de los problemas suscitados por la precipitada descomposición de lo que fue la URSS. Hay en primer lugar un problema material: la imposibilidad por parte de la Administración rusa de acoger y dar destino a los miles de soldados que hasta hace poco ocupaban las guarniciones soviéticas en las repúblicas de la Unión y en los países del bloque. El hecho de que aún queden soldados rusos en territorio de la antigua Alemania oriental da idea del problema.En el caso concreto de la ruptura entre Moscú y Vilnius, el pretexto utilizado por los rusos tiene cierta consistencia. La delegación lituana presentó en las negociaciones una demanda bastante insólita: pedía que se incluyese en el acuerdo sobre la retirada de las tropas un compromiso de Rusia de pagar una suma de 146.000 millones de dólares (casi 20 billones de pe setas) como compensación financiera por los daños causados durante más de 50 años de presencia soviética en Lituania. Al margen del carácter unilateral y desproporcionado de la demanda, mezclarla con la cuestión de la retirada de los militares revela escasa perspicacia por parte lituana, y ello ha dado oportunidad a Yeltsin para romper y aplazar de nuevo el problema. En todo caso, es una mala señal para las relaciones de Rusia y los países bálticos. Sobre todo porque Lituania, con una población rusa relativa mente escasa (10%) y un electorado que ha vuelto a colocar a Brazauskas (antiguo comunista) en el poder, es en principio el país báltico mejor situado para una rápida normalización con Moscú.

En cambio la presencia rusa en Estonia (28%) y en Letonia (33%) plantea problemas sumamente complejos que no es posible desgajar de la retirada de las tropas. Mientras los gobiernos de estos dos países insistan en negar sus derechos ciudadanos a las personas de idioma ruso que llevan décadas viviendo en ellos, Rusia usará el pretexto de que necesita "protegerlos" y retrasará la retirada definitiva de sus tropas. Y sin un reconocimiento de los derechos de esas minorías rusas, los bálticos no obtendrán el apoyo internacional que necesitan para presionar a Moscú.

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