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La liberación de 22 rehenes por los 'recontras' augura una solución pacífica de la crisis que vive Nicaragua

Antonio Caño

ENVIADO ESPECIAL La crisis de los rehenes, que parecía conducirse anoche hacia un final feliz, responde a planes de dirigentes de la derecha y la izquierda de reanudar la guerra civil en Nica ragua ante la incapacidad del Gobierno presidido por Violeta Chamorro para lograr la reconciliación y el desarrollo económico. Los jefes de los comandos que mantienen rehenes en la capital y en el norte del país son personajes estrechamente vinculados a altos responsables políticos del sandinismo y la oposición conservadora,- respectivamente, y es posible que hayan actuado bajo su conocimiento para desestabilizar al Gobierno y buscar una salida militar a la peor crisis desde la paz alcanzada hace tres años.

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Las negociaciones para poner en libertad a los 41 rehenes que todavía permanecen en manos de un comando de recontras en Quilalí y otro de ex militares sandinistas -recompas- en Managua se reanudaron ayer en un ambiente optimista después de que los recontras liberasen en la noche del domingo (madrugada de ayer en España) a 20 de los funcionarios que mantenían secuestrados. Ese comando, dirigido por José Ángel Talavera, El Chacal, retiene todavía por la fuerza a 17 personas, mientras que el comando de Managua, mandado por Donald Mendoza, tiene en su poder a 16 dirigentes de la Unión Nacional Opositora (UNO) y a 10 periodistas.El jefe de los negociadores con el comando recontra, Francisco Mayorga, asegura que los secuestradores han renunciado ya a su exigencia de que dimitan el ministro de Defensa, general Humberto Ortega, y el de la presidencia y hombre fuerte del Gobierno, Antonio Lacayo. Según Mayorga, los recontras sólo plantean ahora reivindicaciones relativas a las condiciones de vida de los rebeldes desarmados.

El comando de recompas, por su parte, duda de las intenciones de El Chacal e insiste en que no soltará a sus rehenes hasta que sean puestos en libertad todos los secuestrados en Quilalí. Algunos de los dirigentes políticos en poder de Donald Mendoza fueron utilizados en la tarde del domingo como escudos humanos en un momento en el que sus captores temieron un ataque de la policía. Durante algunas horas, Alfredo César, uno de los más conocidos jefes de la UNO, y otros dos secuestrados fueron colocados en calzoncillos tapando las puertas y ventanas del edificio que ocupa el llamado "comando por la libertad y la soberanía". Posteriormente, un portavoz del Gobierno garantizó a los secuestradores que no existen planes para asaltar la sede de la UNO.

A cara descubierta

Donald Mendoza decidió el domingo descubrirse el rostro para conceder una larga entrevista en exclusiva al periódico sandinista Barricada. Aunque el diario aprovecha para asegurar que la acción de Mendoza, comandante retirado del Ejército, no tiene vinculación alguna con dirigentes sandinistas, otras fuentes próximas al cabecilla del comando afirman que Mendoza era uno de los hombres de confianza del general Humberto Ortega, que lo llegó a situar al frente del Estado Mayor para la defensa de Managua entre 1984 y 1991.Militante del frente sandinista desde 1972 y destacado combatiente de la revolución contra Somoza, Mendoza fue hasta 1982 agregado militar de su país en Estados Unidos, cargo para el que se exige un alto grado de confianza de los jefes en Managua. Entre 1982 y 1984 ocupó diferentes puestos en las zonas de guerra en el norte. Mendoza se retiró del Ejército hace dos años, dentro de un programa de desmovilización en el -que España gastó cinco millones de dólares. Desde entonces ha estado discretamente cobijado en una inactiva asociación de veteranos de guerra.

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Aunque no se conoce la identidad ni el número exacto del comando -que dirige Mendoza, sí han demostrado todos sus integrantes disponer de una buena preparación militar y material adecuado para la operación. Tres de los nombres que se conocen corresponden a militares retirados, y todos ellos cuentan con uniformes, armamento y equipos de comunicaciones modernos y en excelente estado.

La ocupación de la sede de la UNO fue ejecutada con maestría estratégica, y coincidió con el tiroteo de la emisora Radio Corporación, ferozmente antisandinista, dentro de lo que parecía ser un plan para dejar en evidencia el poder militar de los grupos vinculados al Gobierno anterior.

Esta demostración de fuerza buscaba compensar la acción organizada en Quilalí por un ex contra que había mantenido contactos en los últimos meses con dirigentes de la derecha, entre ellos el vicepresidente, Virgilio Godoy, quien, pese a su cargo, encabeza la oposición contra Chamorro.

Godoy se había entrevistado personalmente con El Chacal a principios de julio con el propósito formal de recibir información de primera mano sobre la situación de los antiguos contras, ya que, según Godoy, la presidenta estaba desinformada al respecto. Esa entrevista despertó algunas sospechas en el Gobierno de Managua.

Dos meses antes de esa reunión, El Chacal había conversado con otro dirigente de la UNO que hoy está secuestrado, Humberto Castilla, conocido por su proximidad a los recontras. Una grabación secreta de aquella reunión demostró, sin lugar a dudas, que Castilla había estudiado con El Chacal la posibilidad de llevar la lucha armada a las principales ciudades del país.

Algunas fuentes aseguran que Alfredo César también se habla entrevistado con El Chacal recientemente, pero este extremo ' que fue revelado por la Radio Sandinista con algunos detalles sobre el lugar en el que se produjo la reunión, no ha sido confirmado por otras fuentes.

Los sandinistas parecían estar tras los pasos de El Chacal desde hacía tiempo. Poco antes de este verano, miembros del Ejército irrumpieron en la casa que tiene en Jinotega el suegro de El Chacal, un rico productor de café y viejo dirigente conservador, donde fueron hallados, según fuentes próximas al sandinismo, documentos relativos a actividades rebeldes y algunas armas.

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