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Un país sumido en su propio desastre

Antonio Caño

Nadie la ha declarado todavía formalmente,' pero el fantasma de la guerra vuelve a amenazar a Nicaragua, ante la pasividad de un Gobierno que naufraga en manos de, una mujer, Violeta Chamorro, inescrupulosamente utilizada como tapujo de ambiciones miserables y secretos repartos de poder.El país está igual que hace tres años. El mismo panorama desolador de la verdadera Calcuta de América Latina. Las mismas ruinas devoradas por la vegetación; el mismo olor profundo a humedad y orín; los mismos niños hambrientos vendiendo los mismos periódicos incendiarios en las mismas esquinas fantasmales de una ciudad que no existe.

Más publicidad de cerveza, menos propaganda política, pero los mismos automóviles sin puertas, las mismas columnas de desesperados buscando cada día el pan debajo de las piedras. El mismo desastre gobernado por los mismos políticos de siempre.

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Los secuestros de recontras y sandinistas de ahora son, en realidad, un calco de aquellos históricos de 1974 -el asalto a la casa de José Castillo- y el más famoso aún de 1978, dirigido por el entonces líder guerrillero Edén Pastora, quien, por cierto, se ha querido ahora hacer patéticamente presente en esta crisis con el anuncio de su regreso a la actividad política.

Los políticos nicaragüenses siempre han sido una casta que se entretenía con la lucha por el poder. El difunto Pedro Joaquín Chamorro, el marido de la actual presidenta, fue en realidad uno más de esa reducida élite que puede hacer política. Esta casta se amplió en los últimos años con la incorporación de un apellido desconocido hasta entonces, el de los hermanos Ortega, y con un grupo que antes había contado poco, los sandinistas.

Reparto pacífico

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Lo que se consiguió en 1990 fue, de hecho, un acuerdo entre esa casta para repartirse el poder pacíficamente. Se creó una fachada de acuerdo nacional que permitía a Violeta Chamorro reinar sin gobernar, mientras que las decisiones se tomaban de forma negociada entre los Ortega y Antonio Lacayo y, al mismo tiempo, estos tres trataban de negociar con los conservadores y somocistas (seguidores del depuesto y asesinado ex dictador Anastasio Somoza) reunidos en la UNO (Unión Nacional Opositora).Esta fórmula se rompió enseguida porque unos eran mezquinos a la hora de entregar, y otros demasiado ambiciosos a la hora de exigir Ahora las diferencias vuelven a resolverse con las armas, y es de temer que en el horizonte no se vislumbre más que nuevo somocismo o nuevo sandinismo.

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