Los 'garimpeiros' de Brasil se ganaron a los yanomamis para matarlos
Los relatos recogidos por el experto indigenista brasileño Wilk Celio, miembro de la Fundación Nacional del Indio (Funai) en Hoximú, el lugar de la selva amazónica donde el pasado domingo fueron degollados 40 indios yanomamis, entre ellos mujeres y niños, a manos de un grupo de garimpeiros (buscadores de oro), revelan toda una estrategia de seducción por parte de los asesinos hacia los huidizos indígenas.Según los relatos de los supervivientes, recogidos ayer por Celio en Hoximú, próximo a la frontera con Venezuela, los garimpeiros empezaron a instalarse en la región hace un mes. Para granjearse la amistad de los indios, les dejaban a diario comida y baratijas diversas como regalo. Días antes de la matanza, habían logrado ser recibidos amistosamente por los yanomamis.
El pasado lunes, los buscadores de oro dejaron sus presentes, pero se quedaron al acecho. Cuando los varones de la tribu llegaron a recoger los regalos, como todos los días, los garimpeiros les acribillaron a balazos y, seguros de haber eliminado a todos los hombres, se dirigieron a la aldea indígena para completar el trabajo de exterminio.
Según el testimonio del jefe de la vecina tribu de Yababak, un grupo de unos 10 hombres llegó a la aldea. Iban armados con fusiles, pistolas y machetes de monte. Comenzaron degollando a los niños, mientras que algunas indias horrorizadas buscaban refugio en la jungla. Su huida fue en vano, los garimpeiros las alcanzaron y degollaron una a una.
Varias indias fueron decapitadas y a muchas les arrancaron los brazos y las piernas. Concluida la matanza, los garimpeiros incendiaron las chozas y se retiraron con la certeza de haber conquistado un nuevo territorio para la extracción de oro.
Reacciones oficiales
Itamar Franco, presidente de Brasil, que aseguró estar "horrorizado" por el genocidio, ha enviado a la región a su ministro de Justicia, Mauricio Correa, un viejo militante por la causa de los derechos humanos.Anoche, la policía federal decretó la prisión preventiva para un fazendeiro (hacendado) de la zona, Joáo Neto, como sospechoso de haber inspirado la matanza. Neto, un empresario que posee máquinas de extracción de oro instaladas ilegalmente en la reserva india, se encuentra actualmente prófugo. Es un conocido de la policía desde varios años: en 1988, fue acusado de haber incendiado dos aldeas indias cerca de Surucucusa, también en el Estado amazónico de Roraima.
Los indigenistas, sin embargo, no creen que las responsabilidades se limitan al hacendado, y acusan al Gobierno federal de "complicidad por omisión" por no haber cumplido con su compromiso de desalojar a los mineros de las reservas indígenas, especialmente de la de los yanomanis, muy rica en oro, diamantes, bauxita y casiterita. Lo cierto es que la Administración no ha mostrado hasta ahora gran empeño en concluir la demarcación de las tierras de los yanomamis, una extensión de 94.000 kilómetros cuadrados, que les fue prometida por el Gobierno anterior.
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