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Tiempo muerto

Antonio Lorca

Buendía / Ortega, Rincón, Finito

Cuatro toros de Joaquín Buendía (dos fueron rechazados en el reconocimiento), lo, bravo y encastado; 2º, 5º y 6º, mansos y sosos; dos de Herederos de Felipe Bartolomé: 3º, manso; 4º, noble y encastado.

José Ortega Cano: casi entera caída (vuelta); pinchazo -aviso- pinchazo y dos descabellos (ovación). César Rincón: estocada tendida y caída (ovación); estocada (palmas). Juan Serrano, Finito de Córdoba: tres pinchazos y dos descabellos (ovación); casi entera (palmas).

Plaza de toros de Málaga, 19 de agosto. Séptimo festejo de feria. Lleno.

José Ortega Cano necesita tiempo. Cada día más. El problema es que queda exhausto y aburre a las ovejas. Pero da la impresión de que le gustaría estar en una cancha de baloncesto para pedir tiempo muerto y estudiar con su cuadrilla la próxima jugada. Pero, con la claridad de ideas que luce, seguro que perdería el partido por un abultado tanteo. No será que el hombre no se toma interés. Parece poseído por una ilusión desbordante, ordena y dirige la lidia, mira atentamente las evoluciones del toro, estudia terrenos y distancias, brinda al público y desafía a su oponente. Ahí se acaba casi todo. Bueno, ahí empiezan las dudas y las inquietudes. Prueba una y otra vez, habla con el público y, cuando parece que la faena comienza, aún sigue de probaturas.

Su primero, noble y encastado, fue el mejor de una sosa y deslucida corrida; pero el torero se mostró desconfiado, nervioso, envarado y encogido. Hasta la quinta serie no ligó tres buenos naturales; continuó bien por el mismo lado, pero la dicha duró poco. La faena fue eterna. Tras el fracaso, dio una vuelta al ruedo muy sonriente.

Muy decidido volvió al cuarto, el otro toro bueno. Muy decidido, sobre todo, a agotar al público. El animal, blando, noble y con recorrido, facilitó una labor que fue incapaz de hilvanar. Larga, tediosa y desigual fue su actuación. Sobre todo, larga, o sea que no entendió nada o no está, ahora, en condiciones de entender

De vacío

Rincón se va de vacío. Si a él le pesa, más les duele a los que han pagado y esperaban ver a una figura capaz de resolver las dificultades y con un repertorio más variado que el derechazo y el natural. No fue bueno su lote, pero tampoco su disposición es elogiable. La sosería debe de ser contagiosa. Rincón, como sus toros, estuvo soso y, peor aún, sin ideas. Un intento de derechazo, otro con la zurda; es evidente que el toro no va, pero él vuelve a empezar. Lamentable.

Finito de Córdoba va para artista y, como tal, no ha nacido para trabajar con todos los toros. Su primero no tenía clase, embestía con la cara alta y no era cómodo. El torero estuvo animoso, pero sin hacer locuras. El sexto era grande, con escaso recorrido, fuera de tipo, al que el público protestó por manso, y Finito no se confió ni tenía necesidad. Ya vendrán toros mejores, se diría. Cuando acabó, le aplaudieron sus dudas. O su brevedad, vaya usted a saber.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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