A la orden de Urbano
Dirige la Orquesta Sinfónica de Bilbao con un veguero, un habano, un cohiba o lo que se tercie con tal de que eche humo y sepa a tabaco. Se llama Urbano Ruiz Laorden, y a la sazón, templando mucho la embestida de los compases, está al frente de la mejor banda de música con mando en plaza. Una banda compuesta por 40 profesores que amenizan en Bilbao las faenas de muleta que se lo merecen, a las órdenes del juez de salida que es el presidente de la plaza.Abre fuego cada tarde con el pasodoble Club Cocherito, en honor al torero vasco de principios de siglo Castor Jaureguibeitia Ibarra en el despejo, despeje o paseíllo de las cuadrillas. Después, menos El Chocolatero, que es pasodoble de latitudes más jacarandosas, todos los demás.
De espaldas a la banda, el maestro Urbano mueve, ligera, armoniosa, cadenciosa, rítmicamente, el habano de turno como si fuera a dar un muletazo por la espalda o el pase del cartucho. Y los cuarenta principales ponen en marcha el viento, la cuerda y los platillos para componer la mejor agrupación sinfónica que ameniza las tardes de toros a lo largo y ancho de este país. Cómo suena la banda. In illo témpore, cuando presidía el inolvidable Carvajo, era de obligado cumplimiento su mandato: que no tocara la banda hasta que el torero, con la Muleta en la mano de la verdad, se expresara con facilidad y aseo con la izquierda. Naturalmente, como los tiempos han cambiado que es una barbaridad, el rigor ya no es el mismo, y los pasodobles suenan para regocijo del personal en faenas de menos fundamento.
La convexa edificación de Vista Alegre cimbrea sus cimientos cuando las fusas y semifusas, puestas en marcha con un puro por este aprendiz de brujo, resuenan en la plaza.
Al cuarto toro, tercio arriba tercio abajo, se le termina el habano a Urbano. Es igual. Todo seguido, como el pasodoble, la banda de Bilbao sigue sonando tan majestuosamente como si de las sinfónicas de Berlín, Londres o Viena se tratara. Seguro que a Von Karajan también le hubiera encantado dirigirla. Aunque fuera sin puro.
Babelia
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