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Mortier pone a Salzburgo en pie de guerra

El director del festival lucha contra las casas de discos y el ego de los cantantes

Andrés Fernández Rubio

Claudio Abbado, Riccardo Muti, Luciano Pavarotti, Jessye Norman, José. Carreras, los músicos de la Filarmónica de Viena. Todos ellos han participado en la guerra que el belga Gérard Mortier, director del más importante festival de música del mundo, el de Salzburgo, tiene declarada en la ciudad austriaca. Los cambios son torrenciales: los divos han visto recortados sus cachés y las casas de discos, vetadas en la programación, que hasta ahora dictaban. La batalla que se libra mueve poderes gigantes, de dinero y de egos. Mortier tiene a a su favor que en sólo dos años ha transformado un acortado festival para ricos en un foco de vanguardia escénica. Además, está batiendo récords de venta de entradas.

Pero Mortier tampoco es inocente. Es capaz de derrochar ingenio y llamar gordos a dos y divos al mismo tiempo que los rechaza: "Nuestras puertas son demasiado estrechas para Jessye Norman y Pavarotti". Es capaz de lanzarle en dos palabras a José Carreras dos litros de veneno: "Está enfermo".Los que trabajan en este centro de poder musical en que se convierte Salzburgo en verano van coleccionando las batallas. Con Riccardo Muti, después de insultarse mutuamente, Mortier, al parecer, ha hecho las paces. Quienes vivieron el enfrentamiento recuerdan cómo el director de orquesta, que tenía que estrenar La clemencia de Tito, se marchó porque la puesta en escena no le gustaba nada. Mortier, que había contratado a los escenógrafos, bramó contra su falta de profesionalidad.

De Jessye Norman, la gran diva negra que viaja con su propio juego de té, Mortier se ha mofado criticando que entre sus exigencias figurase determinado tipo de kleenex. José Carreras contraatacó a la desesperada proponiendo como sustituto de Mortier a Carlos Kleiber, excelso director, pero con un repertorio de una veintena de obras y unas extravagancias con visos de leyenda (la última dice que guarda dinero en la nevera). Hasta el discreto Abbado ha quedado en evidencia. Mortier programó Elektra, de Strauss, para 1995, y Abbado, director del Festival de Salzburgo de Semana Santa, Wozzeck. Pero de pronto Abbado cambió de idea y programó también Elektra para 1995, con lo que creó una situación imposible: dos montajes diferentes de la misma obra. ¿La razón? Según Mortier, muy simple: los intereses de las casas de discos. La firma Sony anunció una Elektra en disco con Barenboim para 1995. Abbado tenía que darse prisa si quería competir desde la Deutsche Grammophon, y decidió echarle un pulso a Mortier para que éste retirase su Elektra diciendo que la que él dirigiría, con escenografía de Strehler, se haría con o sin la colaboración de Mortier, ya que la programaría en temporada la Scala de Milán. Pero Carlo Fontana, director de la Scala, dijo tajante que su programación está cerrada y no cabe ningún título más. Abbado no ha vuelto a abrir la boca.

Coraje y carisma

"Tiene mucho coraje; él está a gusto cuando todos pelean alrededor", dice refiriéndose a Mortier un habitual de Salzburgo. "Tiene carisma, inteligencia y rigor. Pelea contra el establishment como disciplina intelectual. Por ahora, los políticos le han dejado las manos libres, y el Gobierno lo protege. Tiene contrato hasta 1997".

Salzburgo vive una inigualable renovación escénica. "Mortier ha traído ideas nuevas, los más modernos directores, como Luc Bondy, Jürgen Flimm, Peter Stein, Peter Sellars, o Patrice Chéreau el próximo año", dice Didier de Cottignies, director de marketing de Decca. "Gente que antes nunca hubiera venido aquí".

Además, la música ha dejado un hueco mucho mayor a la palabra del que ésta había tenido en Salzburgo hasta el momento. La parte teatral, coordinada por Stein, ha rejuvenecido al público y ha conseguido que de las 34.1000 butacas teatrales en 1990 haya este verano 80.000. El público teatral se ha triplicado entre 1991 y 1993, y Mortier además de sanear las cuentas, ha presentado ya el mejor balance en venta de entradas de la historia de este festival, creado en 1920.

Ahora sólo le falta a este Polémico director, de pequeña estatura y ojos despiertos, ganarle la batalla a la Filarmónica de Viena, reacia a compartir con otros grupos el protagonismo del festival, sobre todo ahora que ha aumentado el repertorio del siglo XX y existen agrupaciones consideradas más idóneas para esta música. El último problema son los hoteleros de la ciudad, que, sin reparar en la crisis económica que atraviesa Europa, acusan a Mortier del descenso de turistas millonarios. Su respuesta no se ha hecho esperar: "Que bajen los precios".

Los admiradores de este singular personaje se apresuran a señalar que su estrategia es el "divide y vencerás", y que después de cada tormenta que provoca con sus declaraciones rupturistas, le ha ganado unos metros al enemigo conservador. No dudan de que la guerra, por ahora, la está ganando él.

El polémico legado de Karajan

Gérard Mortier, el director del Festival de Música de Salzburgo, polemista infatigable y propenso a la diatriba y el insulto, explicó que cuando se hizo cargo del festival volaba sobre él el ángel de la muerte, "todo en manos de los representantes discográficos y los agentes". Era el legado del anterior director, Herbert von Karajan, inventor del marketing musical, que grababa obras que luego representaba en Salzburgo con el mismo reparto del disco. Había muchos cantantes en su entorno que se beneficiaban. Su casa de discos, Deutsche Grammophon, tenía la supremacía en Salzburgo, seguida por Emi.Todas las discográficas en general estaban encantadas con la situación.

El nuevo director ha tomado las riendas de la programación y ha cortado radicalmente lo que parece que ya era una costumbre: la utilización de Salzburgo por las multinacionales como periodo. de ensayos para las grabaciones.

"Las casas discográficas competían hasta en decorar los escaparates con las fotografías de sus artistas", dice Didier de Cottignies, director de marketing de Decca. "Era como jugar al Monopoly: se pagaba, y se sigue pagando, por estar en los escaparates hasta 200.000 pesetas a los dueños de cada tienda".

Gérard Mortier convocó a las empresas discográficas para pedirles que hicieran con el dinero empleado en conquistar escaparates alguna otra política publicitaria más inteligente. Este año, Emi y Decca se han retirado de la competición, entre otras razones porque en Austria el mercado del disco es reducido, dada la apabullante calidad de la música en directo.

Pero Deutsche Grammophon y Sony siguen ocupando todo tipo de comercios, y sigue habiendo artistas cuyo ego se resiente si no se ven en las vitrinas. Los menos, como Radu Lupu, se enfadan si están.

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