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Nikolaus Hamoncourt corona a Popea

El director berlinés entusiasma en Salzburgo con la ópera de Monteverdi

Andrés Fernández Rubio

La coronación de Popea, una obra maestra de la ópera que ya tiene casi 350 años, se ha convertido en una de las estrellas del Festival de Salzburgo 1993. Nikolaus Hamoncourt (Berlín, 1929), al frente del grupo Concentus Musicus, ha conseguido demostrar la vigencia de una pieza a la que define como "increíblemente moderna". Las intrigas de Popea para que Nerón repudie a Octavia, y así llegar a emperatriz de Roma, se convierten en un juego teatral, con la ayuda de cantantes como Kurt Moll, Marjana Lipovsek, Philip Langridge y Sylvia McNair, más la inteligencia del escenógrafo Jürgen Flimm y de la diseñadora Marianne Glittenberg.

El clima de locura que rodeaba a Nerón, la ambigüedad de Séneca, la conspiración y la infamia como esencias del poder y, por encima de todo, la presencia del mal son aspectos que llevan a la pregunta moderna de la obra que Harnoncourt ha planteado así: "¿Qué es lo que le está permitido al hombre?, ¿dónde se encuentra el límite entre lo moral y lo amoral? Uno se ve reflejado en esta ópera como en un espejo. Así es el ser humano. Uno puede mirar aquí en los abismos del espíritu humano".En un elegante escenario con cipreses y líneas arquitectónicas romanas, Popea, sobre la cama, le canta a Nerón una frase de doble filo: "Mi destino está determinado por tus labios". La audacia del espectáculo está en varios frentes. El primero, Harnoncourt, con una delicadeza suprema al dirigir, atento a que la música no eclipse a unos actores que recitan cantando, cantan recitando o simplemente cantan. "He intentado encontrar una instrumentación apropiada estilísticamente", ha dicho, "y que al mismo tiempo corresponda al simbolismo sonoro de nuestra época, de manera que la obra pueda ser igualmente entendida por un oyente sin preparación histórica".

Los buenos actores del reparto resultan ser consumados músicos, entre ellos el bajo Kurt Moll o la mezzosoprano Marjana Lipovsek, que cantó el Reina repudiada y el Adiós a Roma con desgarro casi exagerado, pero profundo dominio vocal. Tanto McNair en Popea como Langridge en Nerón añadieron consistencia a un sólido reparto.

Pequeños lujos

En la parte escénica, Jürgen Flimm puede empezar a ser considerado un maestro, pues logra tal densidad y verosimilitud durante tres horas que puede permitirse pequeños lujos, como que un soldado romano lleve una metralleta o que los niños que representan el triunfo del amor le disparen flashes de paparazzi a la coronada Popea. Los vestidos de Marianne Glittenberg trasladan los colores del buen gusto italiano a unos diseños que enlazan el barroco con la moda de vanguardia.La Popea de Harnoncourt, que llegará el próximo miércoles a la última representación, hace cumplido homenaje a los 350 años de la muerte de Monteverdi (1567-1643). La otra obra de Monteverdi programada para este aniversario, el Orfeo, bajo la dirección de René Jacobs, también trae aire fresco a Salzburgo. Representada al aire libre, con Laurence Dale como protagonista, los cantantes y el escenógrafo Herbert Wernicke consiguen superar con éxito un planteamiento arriesgado: Orfeo, Eurídice, ninfas y pastores son una pandilla de indiferentes en traje de noche que participan en un ostentoso banquete y beben champán mientras actúan frente a un público, el de Salzburgo, al que se parecen.

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