_
_
_
_
_
Tribuna:Folletín de un año largo
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Que viene la derecha! Capítulo 11

El imaginario grito fue acuñado por la propia derecha para ridiculizar la absurda campaña de miedo frente a ellos. No tan absurda. Al prefranquismo de intenciones y situaciones se había sumado, qué duda cabe, el posfranquismo: se les veía ir a votar, tempranito, la mañana electoral (se les conoce: basta con' verlos). No puedo tener pruebas, pero sí sensaciones, de que en la campaña de las dos Españas (ya sé que son una sola, desgraciadamente; pero de alguna forma hay que disimular estas verdades amargas) había algo más que lo meramente visible; entre otras cosas, muchas que no tenían ni siquiera sentido, como Monarquía (la campaña de Juan III) y República (un azañismo que en otro momento se ha atribuido relativamente a González: aquí mismo, y por la palabra del director Estefanía); orden, y caos; religión y ateísmo ' . Rojos, en fin, y azules. Pero otras expresiones sí podían tener sentido: podía estar en juego la libertad de abortar o la enseñanza laica frente a la falsa cuestión de la "enseñanza libre" o religiosa (el aprovechamiento de la palabra "libre" para significar lo contrario es muy clásico en la derecha: libertad de engendrar o libertad para el matrimonio para toda la vida han sido argumentos espurios utilizados para defender la prohibición de los contraceptivos, el aborto o el divorcio); nada descabelladas si vemos cómo después, en Francia, el triunfo de la derecha clásica sobre la socialista ha supuesto un intento de regreso a la "enseñanza libre", por ejemplo.La idea de que la derecha podía endurecer las condiciones de trabajo, según peticiones exageradas de la patronal (un personaje como Cuevas, junto a otras criaturas mentales de Frankenstein, podían favorecer esa creencia), las pensiones de jubilación y los subsidios de paro (la "España activa" defendiéndose frente a la "España pasiva") podía marcar un esquema prefranquista de lucha de clases. Cuestiones materiales, cuestiones de costumbres. Y de miedo a una determinada estabilidad: la de los empleos. Aunque la condición de funcionarios se hizo perpetua hace muchos años y no se discute, sí ocurre que una enorme cantidad de cargos de todas clases, dependientes del Estado, no tienen mas asidero que el nombramiento directo, y que la derecha clásica detesta lo que supone que es, al mismo tiempo que una maquinaria del poder, un voto invisible (así ha sido). En las Españas de las monarquías anteriores (aún quedándonos en la incertidumbre de lo que hubiera supuesto la de Juán III), el término de "cesantes" era una triste realidad: los Gobiernos turriantes despedían y readmitían sucesivamente a los funcionarios. No es tan ilógico que se vuelva a esa situación. No hay razón para que no sea así, desde el momento en que todos los empleos, todos los trabajos, son susceptibles de interinidad. Pero a la hora de votar, cuenta: votan en un sentido los empleados y sus familiares, hasta los relativamente lejanos; pero votan en el otro los que aspiran a serlo, o al ascenso, o a la reposición... Los teóricos de la democracia no pueden dejar de tener en cuenta estos factores prácticos.

Meter estas significaciones en un contexto habitual de izquierda y derecha es, naturalmente, insensato. Hemos entrado en una situación de defensa propia. Debe haberlo sido así siempre, pero en un cierto sentido había unas ideologías, aun teniendo en cuenta los más dudosos factores etimológicos de la palabra, como "ideal" en el sentido de algo que no se puede encontrar en la realidad, que daban argumentos a las opciones políticas. Incluso que podían hacer sentir, votar, defender o luchar a algunas personas en el campo contrario al de su conveniencia o clase social.

Entre otros, los intelectuales. He contado ya por aquí, como he podido, que el concepto de intelectual ha vivido durante cien años y se ha terminado ahora en su aspecto político. Es otro gran triunfo de la derecha y, sobre todo, de la extrema derecha: los odiaban Hitler y Franco y, cuando podían, los mataban o los encarcelaban o exiliaban. Por el contrario, el comunismo los tenía en consideración muy alta. Y las *Sociedades libres los adoraban. Los intelectuales lo han resistido todo excepto una clase de compra muy especial: la que puede dar difusión a su pensamiento; hasta el punto paradójico y vituperable de modificar ese pensamiento para que pueda ser difundido. ¿Vituperable? Quizá no, desde el momento en que no hay puntos fijos ni descubrimientos mentales que soporten el paso del tiempo y el embate científico, que a su vez responde también a una frase que dijo Einstein hace tres cuartos de siglo: "Dos y dos son cuatro hasta nueva orden".

Llegó el tiempo de los conversos; y pasó. Quedan algunos frenéticos, espantajos de sí mismos, que se han pasado de tal forma "al enemigo" (según sus términos anteriores) que han perdido todo sentido. Como los que fueron religiosos y, al cegárseles la luz de lo sobrenatural, se entregaron al vicio. Imaginan que pueden borrar su error con otro más grande. Creo que, es tan notable hoy la inseguridad de cualquier gran fe política, o de la clase que sea (y, sobre todo, su imposibilidad), que estos conversos, cuando son de buena fe, van volviendo al silencio; pero no más allá. La nueva forma es la del meramente negativo: la del intelectual pasivo que trata de dar palabras a lo posible. La relación con el verdadero materialismo es posible: la ideología de la izquierda no fue materialista, aunque se la llamase así (el verdadero materialismo ha sido el de la derecha), y ahora lo es. Naturalmente, la caída del comunismo tiene mucho que ver con todo: no sólo porque es la fractura del modelo máximo del idealismo, sino porque ha parecido dar la razón al adversario: es el movimiento que ha tratado de aprovechar Bush para crear la ideología del Nuevo Orden.

No es más que un regreso: hay un orden inevitable de pobres y ricos, que en su pensamiento obedece sin duda a causas naturales -razas, climas, economía del territorio- y en ningún caso a formas de explotación o de injusticia (todo lo más, de puro azar); y puesto que estamos en la par te de los menos pobres, podemos cal marlos con la caridad, pero de ninguna manera compartir con ellos nuestras riquezas: y tenemos que eliminar los si tratan de apoderarse de ellas,. ya sean los campos de petróleo que se explotan para nosotros, ya los pues tos de lavacoches que _podemos necesitar para nuestros desempleados. Las tres formas intelectuales de en frentarse con el Tercer Mundo eran la revolución, la tecnología y la economía mundial. Los intelectuales de izquierdas preferían las dos primeras: los moderados, o la derecha, creían que se les podía ayudar mediante instituciones financieras adecuadas. Ahora ya se sabe que esto último es falso; todavía hay quien cree que unas técnicas agrarias,. industriales y reeducativas pueden producir la re dención; pero nadie -en este ámbito en el que vivimos- piensa ya en la revolución, ni la desea: que se frían en su propio calor, que se reduzcan por su propia hambre.

Esta vez sería la revolución "contra nosotros". El pensamiento es mucho más claro: estamos en un grupo pequeño de naciones que pueden comer y vestirse, pero que están pasando por una crisis; en esa crisis puede influir negativamente la adopción de los problemas del Tercer Mundo y de sus ciudadanos, y, por tanto, hay que cerrarles el paso. La cuestión tiene muy pocas discusiones. El mundo internacionalista que se prometía la izquierda, comunista o no comunista, es posible solamente entre el grupo de naciones que son similares o equilibradas; si se abre, nos hundimos todos. Como en esas películas -en el fondo, imágenes de realidades- donde los náufragos que han encontrado una lancha asesinan a, quienes quieren acceder a ella, o se comen a los que no pueden seguir remando. Puede ser un pensamiento fascista; puede revelarse que la naturaleza es fascista, como muchos sospechaban ya desde hace tiempo, y que no es modificable. Hasta ahora, la ufanía del hombre consistía en que su triunfo estaba en modificar la naturaleza, en hacer volar lo más pesado que el aire y flotar lo más pesado que el agua. Ahora se trata de saber que no todo el mundo tiene derecho a que la naturaleza se modifique en torno suyo. El intelectual está sirviendo para justificar moral y mentalmente esa certidumbre. Trata de dar palabras nuevas y cómodas a esta situación. Puede ser un gran escritor; ya no volverá nunca más a ser un intelectual.

Uno de los problemas de la derecha clásica ha sido que sus grandes temas naturales estaban asumidos por sus contrarios; por el equipo, por el partido gobernante. Un partido con una procedencia de izquierdas desde una base histórica antigua y reciente; en los grandes temas de costumbres era más favorable a temas que desea la sociedad. Es una izquierda de costumbres: no política ni económica. Le ha bastado para ganar. No fácilmente: la misma idea del triunfo del egoísmo que ha difundido ha trabajado en contra suya. Pero, a fin de cuentas, es más presentable.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_