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EL ADIOS AL REY DE LOS BELGAS

Exaltación humanitaria en el funeral por Balduino

Lluís Bassets

Los reyes y mandatarios de todo el mundo que acudieron ayer a Bruselas a los funerales de Balduino no debían de salir de su asombro. Las exequias del soberano fallecido justo hace una semana en Motril, a los 63 años de edad, se salieron de lo acostumbrado en los clásicos funerales de Estado y se convirtieron en un acto sobrecogedor de exaltación humanitaria y de solidaridad con los oprimidos de este mundo. También sirvieron para exaltar a Bélgica como una sociedad plural y abierta. Pero, sobre todo, las exequias supusieron una práctica santificación de la figura del rey, a quien el cardenal primado y arzobispo de Malinas calificó de "justo" (en el sentido bíblico de hombre santo) y de intercesor y protector de los belgas delante de Dios.

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La línea argumental de la ceremonia es obra de la reina Fabiola, que quiso convertir las exequias en una manifestación di alegría y se mostró serena y reconfortada a lo largo de todo el oficio. El cirio pascual, que en la liturgia cristiana simboliza la resurrección, presidía la ceremonia. La familia real participó intensamente en la misa: -dos jóvenes, los príncipes Felipe de Bélgica y Enrique de Luxemburgo leyeron el Antiguo Testamento y se tomaron de las manos durante el canto del Padrenuestro de Rimski-Kórsakov. Todos comulgaron. La ceremonia respondía perfectamente al espíritu scout (explorador) al que tan vinculado se sentía Balduino.La música, elegida en buena parte siguiendo los gustos del rey, fue interpretada por los mejores músicos y cantantes belgas, en una exhibición de calidad artística y de gusto clásico. La gran mayoría de las piezas seleccionadas fueron de Bach, su músico preferido. El barítono bajo José Van Dam suspendió una representación en Salzburgo para poder cantar un motete y un aria de Bach ante los restos del rey.

Cinco lenguas

Cinco lenguas fueron utilizadas en distintos momentos de las exequias: las dos más habladas en Bélgica, que son el francés y el neerlandés, el alemán, que también se habla en dos comarcas de Valonia, el inglés y el italiano. Dieciséis obispos y arzobispos participaron en la ceremonia, que oficiaron el cardenal Gotfried Daneels, su antecesor el cardenal Léon-Joseph Suenens y el arzobispo de Tomal, que sustituyó al otro cardenal belga, el dominico Jerome Hamer, que se encuentra enfermo. La homilía del cardenal Daneels fue el momento más sorprendente de la ceremonia. Calificó a Balduino de "pastor de su pueblo " como el rey David. Aseguró que "privilegió a los humildes, los pobres, los marginados" y que ''dio la vida por los suyos".

" Hay fuegos que consumen y la caridad es uno de ellos", explicó. "Y la caridad le ha consumido". Daneels dijo que "el rey ha sufrido mucho", pero que, "gracias a sus sufrimientos, la paz comunitaria no ha sido nunca perturbada gravemente".

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"Si fue un rey según el corazón de los hombres", afirmó, "fue también un rey según el corazón de Dios. Muchos escribirán su biografía escribiendo la historia de su reinado. ¿Descubrirán el secreto del rey? Porque tenía un secreto: era su Dios, al que amaba con locura y por quien era tan amado".

El cardenal mencionó la vida de oración del rey, su comunión diaria, su amor por la Virgen, sus lecturas evangélicas y sus penitencias. "Un día vendrá sin duda en el que el secreto, el misterio del rey Balduino, será desvelado. Yo lo espero. Entonces el mundo, se llevará la mano a la boca con sorpresa. Como el centurión bajo la cruz, los hombres dirán:

Verdaderamente era un hombre justo". El cardenal Suenens, más tarde confirmó las palabras de su predecesor: "Hay un secreto que el mundo conocerá un día".

Todavía más sorprendente para unos funerales de Estado fue el acto de presentación de testimonios ofrecidos por varias personas vinculadas con el difunto- La ex ministra Paula d'Hont hizo un apasionado alegato en favor de los inmigrantes. El médico Nathan Clumeck habló de los enfermos de sida y de la atención que les prestó el rey. Un periodista de Amberes que leyó la carta de una filipina prostituida a la fuerza, y que no pudo hacerlo personalmente embargada por la emoción, en la que. explicaba "que el rey era la única persona en Bélgica que la había escuchado". Dos cantantes populares, uno flamenco y otro valón, cantaron melodías de amor y de despedida.

Fuera de la catedral gótica de San Miguel y Santa Gúdula millares de personas seguían la ceremonia a través de pantallas de televisión. También en la Grand Place. Y en la iglesia próxima de San Jaime de Coudenberg, donde había 600 belgas ahijados del rey, invitados por la casa real. Balduino apadrinó y dio su nombre a todos los séptimos hijos de las familias belgas, en un gesto de indudable significado para este monarca que no pudo tener descendencia y se negó a firmar la ley de despenalización del aborto en 1990, obligando al Gobierno a inhabilitarle 24 horas para poder respetar la voluntad democrática y aplicar el nuevo texto legal.

Todo el país estuvo paralizado pendiente de la retransmisión de la ceremonia. Todas las campanas de Bélgica estuvieron repicando durante el trayecto de la comitiva fúnebre, desde el palacio real hasta la catedral. Millares de personas siguieron con el máximo recogimiento y en silencio el paso del cortejo. Sólo a la salida de la catedral, al término de la ceremonia, el público prorrumpió en aplausos a la familia real y al féretro, aplausos que continuaron a lo largo del trayecto hasta las tumbas reales, en Laeken. A mediodía, el cuerpo del rey estaba ya en la iglesia de Nuestra Señora de Laeken, la parroquia de la residencia real en cuya cripta se hallan sepultados los reyes de Bélgica. Un responso con la familia y con una pequeña representación de las autoridades del país cerró los actos fúnebres públicos. A última hora, sin cámaras de televisión, la familia real belga asistió a la inhumación en privado.

Mañana, el Consejo de Ministros dejará de ejercer las funciones del soberano, tal como ha hecho toda la semana, y el príncipe Alberto de Lieja prestará juramento ante la Cámara (diputados y senadores). Los belgas volverán a tener rey, después de la semana más intensa y emotiva de su historia reciente.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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