_
_
_
_
EL ADIÓS AL REY DE LOS BELGAS

El luto de la sangre azul

15 reyes, un emperador, dos príncipes y un gran duque se concentran en Bruselas

Lluís Bassets

Diez soberanos en ejercicio, entre los que se cuentan un emperador, seis reyes, dos príncipes y un gran duque, componían lo más granado. del cortejo de invitados a las funerales de Estado en memoria del rey Balduino. Todas las monarquías del planeta se hallaban representadas, entre ellas la española (con don Juan Carlos y doña Sofía), así como todas las dinastías europeas, emparentadas gracias a la reina Victoria de Inglaterra, la abuela de Europa, que era también sobrina del fundador de la casa real belga, Leopoldo I de Sajonia-Coburgo. Detrás, la presencia de los jefes de Estado y de Gobierno, ministros y enviados especiales quedó difuminada ante tanta realeza y aristocracia reunida en tomo a quien era posiblemente el más veterano y apreciado de los suyos.Los problemas de seguridad y de protocolo fueron enormes ya desde la víspera, cuando decenas de coches blindados y limusinas precedidas por motoristas surcaban la capital belga. Los hombres y mujeres con mayores problemas de seguridad del planeta recorrieron a pie las calles céntricas de Bruselas ayer por la mañana, durante tres cuartos de hora, en la comitiva fúnebre que transportó los despojos reales desde el palacio donde se hallaba la capilla ardiente hasta la catedral de San Miguel y Santa Gúdula, donde se celebraron las exequias.

Más información
Exaltación humanitaria en el funeral por Balduino

El recorrido, lentísimo, estaba cubierto por millares de soldados de todas las armas. La policía prohibió rigurosamente que el público se asomara a las ventanas y balcones e impedía que los curiosos se subieran a farolas y pretiles. Los jefes de Estado iban acompañados de una, nube de gorilas.

El cortejo iba precedido por la Guardia Real, una compañía que viste unos uniformes similares a los de la Guardia imperial de Napoleón I, que sucumbieron en 1815 en los campos de Waterloo, situados a escasos kilómetros de Bruselas: 130 caballeros con lanzas de bambú, gran gorra de piel de oso negro con pluma roja, y caballos bayos, negros y alazanes de color caramelo. La nobilísima procesión de reyes, príncipes y jefes de Estado vio di ficultada levemente su marcha por las deposiciones que iban de jando en el camino. Un carro oruga ligero tiraba del armón de artillería sobre el que reposaba el ataúd de caoba envuelto con la bandera tricolor. belga. Este mis mo furgón funerario atravesó luego toda la ciudad hasta el des tino final del féretro, en la cripta real de Laeken.

Orden protocolario

El primer lugar en el orden protocolario fue para el emperador de Japón, Akihito. A continuación, la reina Isabel II de Inglaterra, decana de los monarcas europeos después de la desaparición de Balduino, que llevaba /desde 1950 en el trono, primero como príncipe real, y a partir de 1951 ya como rey. Los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, ocupaban el quinto lugar.

Los grandes duques de Luxemburgo, Juan y Josefina-Carlota, hermana de Balduino, se hallaban en la presidencia del luto con el resto de la familia. En la tercera fila se podía ver a los tres hermanastros de Balduino, los príncipes Alejandro, María Cristina y María Esmeralda, hijos de Lilian Baels, segunda esposa del padre de Balduino, Leopoldo III.

Destacaban los sombreros de Isabel II y de Beatriz de Holanda, así como el negro riguroso de la soberana británica. Ambas reinas vecinas no quisieron seguir la moda impuesta por Fabiola, que pidió la eliminación de las mantillas y los tocados y la sustitución del clásico negro del luto tradicional por el gris para los trajes y por el morado y el blanco para los ornamentos litúrgicos. La figura de la reina viuda- destacaba en un fondo de trajes oscuros y grises por su vestido y chaqueta blancos de punto, con anchos puños volanderos, que acompañaba de un par de vueltas de perlas alrededor de su delgado cuello y un pequeño bolso del mismo color.

Los jefes de Estado y representantes de los Gobiernos quedaban, así, algo eclipsados por el fulgor de la aristocracia y sus variados uniformes militares, o incluso exóticos, como era el caso de algún mandatorio del África negra o del príncipe heredero de Marruecos, Sidi Mohamed, con chilaba blanca y fez rojo. Porno suele suceder en los últimos años, eran especialmente visibles los presidentes de la República Checa, Václav Havel, y de Polonia, Lech Walesa, así como los, de las tres repúblicas ex yugoslavas plenamente reconocidas internacionalmente, el esloveno Milan Kucan, el croata Franjo Tudjman y el bosnio Alia Izetbegovic.

Con el rostro grave e imperturbable, el presidente francés, François Mitterrand, siguió atentamente la ceremonia junto a su esposa Danielle. La representación más pobre corrió a cargo de Rusia, que se limitó a mandar al primer viceprimer ministro, Oleg Lobov, y de Estados Unidos, que estaba representado por el ex presidente Gerald Ford. El Gobierno belga no ocultó su malestar por lo que ha interpretado como un gesto desconsiderado del presidente Bill Clinton. Este mandó ayer un sentido mensaje lamentando su inasistencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_