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DANZA

¡Chaikovski!

Con ocasión del año Chaikovski, el Festival de Perelada recordó una zona básica en el catálogo del gran compositor ruso: sus creaciones para ballet. Hay que decir que pocos eventos han profundizado en esa relación y en esas creaciones, que, si se quiere, representan un digno apartado dentro del todo de su obra creativa, y específicamente para la ciencia coréutica, uno de sus puntos de más alto logro estético. En Perelada se pretendía reunir al ballet de Víctor Ullate con Julio Bocca, pero un desgraciado accidente de última hora impidió que el astro argentino pisara el magnífico escenario del- castillo ampurdanés. Y sobre la joven compañía de Ullate recayó toda la responsabilidad de la velada, que contó con una pareja sustitutoria de escaso interés.La música compuesta expresamente para ballet sigue siendo la ideal, para componerse junto al movimiento y crear esa relación perfecta entre los pasos y los compases; se trata de una gestión artística y de íntima colabora ción entre compositor y coreógrafo. Allende el tiempo, esta relación cambia, pues el compositor ya no vive, y el enlace se pro duce entre el coreógrafo y la música: la memoria estética y artística del músico. Con frecuencia, musicólogos que presumen de puristas desprecian la música de ballet, la dicen menor. Es una frivolidadque no se corresponde con la realidad, y Chaikovski es precisamente uno de los compositores, junto a Delibes y Glazunov, que nos han legado excelentes partituras balletísticas.

Raíces de baile

Lo que da actualidad y sentido al homenaje al Chaikovski de la danza son precisamente esas nuevas creaciones de nuestro tiempo (como Tema y variaciones, de George Balanchine, o Concierto para tres, de Ullate, Lao y Orive), donde aún esa música decimonónica demuestra vitalidad para la sugerencia y la creación. Y es significativo que estos dos ballets mencionados están hechos sobre fragmentos que originalmente no fueron concebidos para el baile, pero en los que son raices de un infinito sentido coreográfico.Las partituras para ballet de Chaikovski, que resisten perfectamente tanto el ser escuchadas como el ser bailadas, han llegado hasta hoy manipuladas en su ordenamiento, su codificación y sus tiempos habituales de interpretación. La música cumple una función al ponerse al servicio del baile, ejercicio que no la demerita en absoluto y que es capaz de rendirse ante la creación de un arte nuevo. Esta verdad polémica que el propio Chaikovski conocía y sobre la que especuló en algunas de sus cartas es todavía hoy un tema interesante sobre el que teorizar y buscar soluciones para un arte vivo como es la coreografía.

Reconozcamos que la música del autor de El lago de los cisnes o La bella durmiente se presta como pocas a ser llevada a la escena dancística, en parte quizá porque algunos fragmentos eternos han llegado ejemplarmente intactos a nosotros con una lectura de pasos patrimonial, como es el caso de Petipa o Ivanov.

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