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La Complutense premia la danza abstracta de Merce Cunningham

El coreógrafo neoyorquino participó ayer en un coloquio sobre su obra en El Escorial

Por primera vez, la Universidad Complutense entrega su medalla a una personalidad de la danza. Merce Cunningham (Centralia, Estados Unidos, 1919), que recogió ayer el galardón en El Escorial tras un coloquio sobre su obra, es la personalidad viva más importante de la danza moderna norteamericana, y la que más influencia ha ejercido sobre los movimientos modernos en Europa. Testigo de la gesta fundicional de las vanguardias de la Costa Este de su país, el maestro del baile abstracto es la llama viva de un triángulo de oro compuesto también por los ya desaparecidos Alvin Nikolais y Martha Graham.

La Univesidad Complutense de Madrid ha contemplado por segundo año consecutivo a la danza en sus programas de verano, atendiendo a la proliferación e interés despertados por todos sus estilos, desde el flamenco hasta el ballet clásico y el movimiento contemporáneo. El centro universitario decidió otorgar al coreógrafo norteamericano su medalla, honorífica con ocasión de la mesa redonda que se celebró ayer sobre su obra y en un gesto sin precedentes que reconoce el papel intelectual y no sólo espectacular del arte coreográfico.Aún contando con la existencia de varios cursos estivales en Santander, Barcelona, Sevilla y Madrid, hasta hoy ninguna universidad española contempla la danza como carrera ni posee una cátedra regular de ballet o historiografía coréutica al estilo de las existentes en otros centros superiores de Europa o Estados Unidos, y ello "a pesar de la riqueza patrimonial de que se dispone", como manifestó una oyente del curso. El compositor y crítico Delfín Colomé, coordinador del encuentro, dijo que "es muy importante que se potencie una sensibilización del trabajo de la danza dentro de las universidades, y esta medalla a ese gran artista que es Cunningham puede ser un estímulo, una apertura a empeños de mayor envergadura de los que estamos necesitados todos".

Los coloquios sobre Cunningham siempre han levantado interés y polémica. Su obra, cercana a los 150 títulos y comenzada en 1938, aún es discutida ampliamente por críticos y teóricos, después de estar absolutamente consagrado como uno de los padres del arte contemporáneo, y de ser el único que ha establecido unas relaciones sólidas con las artes plásticas actuales a través de figuras como Andy Warhol, Bob Rauschenberg, Frank Stella o Jasper Jones. El propio coreógrafo, en una anterior ocasión, relató a este periódico que una ballerina retirada se le acercó para decirle que aquello que había visto también era clásico y un chino que estaba junto a ellos interrumpió para decir que lo que había visto era más parecido a la danza china; desde atrás, una voz con acento árabe rugió que no, que todo lo que se había visto esa noche era de inspiración musulmana. Merce, como un niño travieso, se escurrió por una esquina y los dejó discutiendo el origen de su baile, una forma de danza que ha desarrollado técnicas corporales de riguroso aprendizaje, hoy día parte del entrenamiento ordinario de bailarines en todo el mundo.

La cita con Cuninngham en el Real Sitio de El Escorial, valorada por varios profesionales de la danza como un buen comienzo para una modalidad de las artes escénicas que en España necesita urgentemente valoración y estabilización teórica, ha sido la primera actividad de danza este año en El Escorial, que culminarán con el curso internacional de ballet clásico articulado por Alicia Alonso, del 2 al 26 de agosto. Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba, desde el próximo mes de noviembre estará ligada a la Complutense mediante una cátedra extraordinaria que lleva su nombre y ofertará cursos de tres años para profesionales.

La intensa jornada de la tarde de ayer reuní o en la localidad madrileña alrededor del siempre sonriente maestro, a varios especialistas, como la crítica de arte Gloria Moure y el coreógrafo catalán Cesc Gelabert, que disertaron sobre diferentes aspectos de su complejo aparato estético y creativo. El coreógrafo, de 74 años y aún en activo frente a su fundación, su centro coreográfico y su compañía, se presentó por última vez en Madrid en noviembre de 1991 en el teatro Albéniz, donde se vió Beach birds, definitiva creación conjunta con el músico John Cage, que moriría poco después de dar, en aquella ocasión, unos conciertos en el Círculo de Bellas Artes. Durante más de 40 años de estrecha colaboración, Cage y Cunningham defendieron la disociación entre música y danza en un mismo espectáculo, y éste ha sido uno de los temas apuntados ayer.

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