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El prisionero 'mediático'

Científicos y filósofos alertan sobre los límites de la nueva comunicación

El hombre de hoy que quiere estar informado recibe muchísimos más mensajes que los que puede asumir. Funcionan ya sistemas electrónicos de comunicación que transfieren en un segundo la cantidad de información que una persona tardaría en digerir durante toda su vida.¿Cómo desconectar de tantos aparatos y defenderse de los contenidos que transmiten? Presiones biológicas (sobrecarga de impulsos), presiones industriales (exceso de canales de televisión, y se cita el ejemplo de ciudadanos que reciben hasta 150 programas en América y Europa) y presiones éticas (deficiente calidad de la información o informaciones deformadas) ayudan a configurar el hombre de hoy, al que científicos, filósofos y comunicólogos llaman el "prisionero mediático".

El último grito de este encadenamiento a los nuevos medios es, según todos los testimonios, el de realidad virtual, que permite al usuario individualizado crear su propio mundo de imágenes a partir de un programa de ordenador utilizando un equipo especial de gafas y guantes que se vende en Estados Unidos a tan sólo 100 dólares (unas 13.000 pesetas). "Se trata de un salto cualitativo espectacular, de tal manera que la televisión se queda como una cerveza light frente a la droga dura de la realidad virtual, dice el escritor y director adjunto de L'Express, Jerome Dumoulin.

Científicos como Peter Hogdson, profesor de Física Nuclear de Oxford; Alistair Crombie, historiador de la Ciencia del Trinity College del Reino Unido; el físico de la Universidad del País Vasco Pedro Miguel Etxenike, y Santiago Grisolía, biólogo, presidente del proyecto Genoma Humano de la Unesco, han dado la alerta sobre los límites biológicos y éticos de los medios de comunicación en un reciente encuentro sobre la Sociedad mediática y la comunicación humana, organizado en Nerja (Málaga) por la Fundación BBV.

Sobreinformación

A esta llamada se han apuntado también filósofos como Luc Ferry, de la Universidad de Caen (Francia); Yirmiyahu Yovel, del Instituto Spinoza de Jerusalén, y Mariam Dobrosielski, de la Un¡versidad de Varsovia, y expertos en comunicación como Ignacio Ramonet, profesor de la Universidad de París y director de Le Monde Diplomatique; George Wedell, director del Instituto Europeo de la Comunicación; Bahgat Elnadi y Adel Rifiaat, directores de El Correo de la Unesco; el ya citado Jerome Dumoulin; Nikolal Ziatkov, de la revista Argumenti Facti, de Moscú, y Bernardino Hernando, profesor de Ciencias de la Información de Madrid, entre los 20 participantes en el encuentro.

"La sobreinformación es uno de los problemas más acuciantes que padecemos en nuestro tiempo". A esta desnuda expresión de Luc Ferry le pone un ropaje de datos concretos el redactor jefe de Radio Echo, de Moscú, Sergeí Korzoun, quien, citando estudios de científicos rusos, ha señalado que las personas sólo asumen un cuarto de la nueva información que reciben, mientras que conservan tres cuartos de la información que poseen previamente.

Avanzando en esta misma línea, Grisolía añade que las reglas del sistema nervioso central aportadas por la neurociencia indican que el cerebro selecciona y clasifica la información de tal manera que desaloja datos para dar cabida a otros. "Por eso no es tan preocupante la reacción ante el exceso de información", señala. Para defenderse, el "prisionero de los medios" debería evitarlos ("cosa harto difícil si quiere vivir al día", estima Yovel) o defenderse de ellos manteniendo una visión crítica y recibiendo una educación sobre los mismos (aquí están de acuerdo todos los expertos, como lo están también en la necesidad de los medios de comunicación).

Industria y mediadores

La huida de los medios electrónicos hacia esa "élite feroz que se repliega en los libros, en los placeres de la vida real", en expresión de Demoulin, adquiere pleno sentido para el matemático australiano Bernhard Hermann Neumann, profesor de la Universidad de Canberra, quien se precia de no tener televisión -ni él ni sus hijos-, aunque dice verla alguna vez en los hoteles.

Neumann se siente, no obstante, legitimado para preguntarse: ¿quién mueve los hilos de detrás de los periodistas? "Está claro que es el Estado en las sociedades totalitarias o las fuerzas económicas en las sociedades democráticas", se responde. Desde su alejamiento de los medios, el matemático de Canberra plantea las dos cuestiones básicas, junto con las tecnologías que más preocupan a quienes reflexionan sobre el estado de la información: por una parte, la industria o las empresas informativas, y por otra, los mediadores o periodistas.

Las empresas son tildadas de tratar la información en parte como una mercancía para enriquecerse -"industria de la persuasión para divertir y vender" (Ferry)-, y los segundos, de hacer un periodismo desconectado de la sociedad que falsea la realidad (Korzoun, Hernando y Dobrosielki ). La socióloga británica Margaret Stacey ha señalado "el contraste tan fuerte que existe entre el poder y el beneficio que persiguen las empresas de comunicación, y la expresión de la verdad, que debería ser su meta".

Dileep Patgaonkar, director de The Times of India, afirma que en estos tiempos las direcciones comerciales de los periódicos son las que llevan la batuta de la información, y los representantes de Rusia en este encuentro han reclamado una opción por otros valores -por ejemplo, los espirituales- que no sean estrictamente los económicos. La situación en los países de la ex Unión Soviética y del Este no es comparable con Occidente.

Otros miembros de la comunidad científica y del pensamiento participantes en el encuentro han llegado todavía más lejos en sus análisis y han vaticinado el final, en un plazo de 10 años, de los periodistas tal como son ahora, debido al protagonismo que adquieren los empresarios y a la introducción de nuevas tecnologías que eliminan las funciones de intermediación que realizan los informadores.

Por otra parte, los periodistas no son capaces de acabar con lo que Dobrosielki ha calificado como el "circuito de realimentación interna de la mentira". "Los políticos mienten a los periodistas. Éstos reproducen las mentiras y los políticos comienzan a creerse sus propias mentiras al día siguiente, cuando las ven escritas", dice el profesor polaco.

Para salir de esta situación se requiere, a juicio de los científicos y expertos, una postura ética por parte de las empresas y periodistas y una crítica profunda por parte de las audiencias, aunque sin hostilidad hacia los medios "porque éstos siguen conformando la sociedad". La reflexión final la pone Ignacio Oyarzábal, coordinador del encuentro, cuando pregunta: "¿Los medios hacen más libre a la gente?". "Antes la culpa de todo se echaba a los jesuitas, y ahora se les echa a los medios de comunicación", dice.

Adiós a la sociedad proustiana

Los medios electrónicos han acabado con la sociedad proustiana de antes de la Segunda Guerra Mundial, en la que en grupos aristocráticos se hablaba sobre los acontecimientos del día, sobre los nuevos libros, sobre la ópera. Ahora, casi todos ven la misma televisión, se enteran de las mismas noticias al mismo tiempo y la vulgaridad se reparte por igual sin distinción de clases sociales. Esta descripción que hace Jerome Dumoulin, escritor y director adjunto de LExpress, es la prevista por los sociólogos, sólo que algo ha fallado, porque en la nueva sociedad la televisión, llamada a construir la sociedad global que preconizan cadenas como la CNN, en realidad se ha convertido en un instrumento de ruptura entre los ciudadanos".Sin restar la importancia que tiene actualmente la televisión -cita por ello que la mitad de los norteamericanos de menos de 35 años reconocen que la televisión es su único medio de información-, Dumoulin considera que la televisión está a punto de morir bajo el impulso de otros medios electrónicos más avanzados y personalizados.

Parte de la culpa de esta agonía que seguramente no tardará en comenzar la tiene el maridaje y las manipulaciones cruzadas que se han producido entre televisión y poder político. Pone como ejemplo las relaciones de mutua ayuda de la Casa Blanca de Bill Clinton y la CNN y las que ha tenido la candidatura demócrata con la cadena MTV, a la que el vicepresidente Al Gore dio las gracias porque fue ella la que "ganó las elecciones".

La MTV, con 231 millones de abonados en 75 países (casi el doble que la CNN), se ha constituido en un símbolo de la nueva comunicación tanto por su público (de 12 a 29 años) como por el empaquetado de las imágenes: ningún plano dura más de cinco segundos. Las imágenes se mejoran con avanzado tratamiento de vídeo y se pasan 16 imágenes por segundo en vez de 25, lo normal.

"Veremos en qué queda este universo mediático que es como el río heraclitiano en versión psicodélica", añade Dumoulin. "Estoy seguro de que para las nuevas generaciones la madre televisión va a ser sustituida por la gran y fascinante, terrible aventura electrónica del mañana: la realidad virtual".

La era de las mentiras

"Alguien que me mira a los ojos no puede mentirme". Para Ignacio Ramonet, profesor de la Universidad de París y director de Le Monde Diplomatique, ya no sirve este axioma aplicado a los locutores de las grandes cadenas norteamericanas como Walter Cronkite, Dan Rather (CBS), Larry King y Bernard Shaw (CNN), Peter Jennings y Barbara Walters (ABC), con el que pretenden vender la información televisada. "La tecnología que permite la multiconexión está sustituyendo en términos de credibilidad a la relación personal", señala.Lo que Ramonet llama "era de las mentiras" no es otra cosa que la crisis de la credibilidad que se ha producido en los medios, en especial en los audiovisuales. "En la televisión, el concepto de poder pasa por el de credibilidad, y ahora ya no podemos decir que algo es verdad porque lo hemos visto en la televisión, porque conocemos las posibilidades de manipulación que tiene el medio, por mucho que se diga que reproduce fielmente la realidad". Entre las últimas grandes mentiras de la televisión Ramonet señala la información sobre la caída del régimen de Ceausescu en Rumania, la invasión de Granada, la guerra del Golfo y el conflicto de la ex Yugoslavia.

"Dejando aparte la censura, la imposibilidad de acceder a las fuentes y las manipulaciones, en realidad la televisión es un medio muy limitado para dar informaciones porque la idea de instantaneidad, de directo y de velocidad hace imposible distinguir entre la verdad y la mentira y esto hace que la noticia sea vulnerable". Ramonet insiste en que las cosas no son verdad porque aparezcan en televisión.

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