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El estrés de la lidia

Una pregunta que a menudo se hacen los aficionados es por qué no se caen los toros en Pamplona. Cualquier aficionado navarro está convencido de que el encierro corrido por las calles es el bálsamo milagroso para remediar el problema de las caídas.Las numerosas teorías que se han vertido sobre la causa de estas caídas, los estudios sobre la falta de fuerza y los quebraderos de cabeza de ganaderos y taurinos se resuelven de un plumazo con el encierro. Y, además, va a ser cierto.

El encierro, que es la mayor diferencia existente entre la Feria del Toro de Pamplona y otras ferias importantes, más que un entrenamiento físico, que en cualquier caso llegaría demasiado tarde y sería de muy corta duración, es un alivio psíquico que le hace al toro responder con mayor intensidad al estrés de la lidia. Pero pocos aficionados foráneos conocen la existencia del encierrillo, un primer encierro corrido por los toros, sin mozos y acompañados de los cabestros, al atardecer de la víspera de la corrida, desde los corralillos del Gas hasta la cuesta de Santo Domingo, punto de partida del encierro. Son imágenes entre misteriosas y mágicas que es necesario presenciar; la luz del crepúsculo se ve quebrada por la silueta de los toros y el ruido de los cencerros de los cabestros.

Pero no todo es achacable al encierro. Las corridas de Pamplona prácticamente se apalabran en los sanfermines del año anterior, se reseñan en otoño y para navidades se empiezan a cuidar en cercados diferentes. Las ganaderías elegidas son de reconocido prestigio entre las imputadas como toristas, y dentro de cada una se eligen los toros por cara, hechuras y buena nota. Un ganadero que lidia en la Feria del Toro sabe que se juega mucho como para dejar al albur de la improvisación aspectos fundamentales.

Aún existen más razones. Los toros permanecen en los corralillos del Gas hasta 10 o 15 días antes de ser lidiados, con lo que tienen tiempo de olvidar la dehesa, reponerse del duro viaje y aclimatarse a un nuevo ambiente urbano. El cuidado de los toros en estos corrales espaciosos es excelente, con lo que apenas se producen percances. Estas razones y algunas más son las responsables de que hace bastantes años no se haya visto en el ruedo de Pamplona la parada de cabestros conduciendo un toro al corral, imagen harto frecuente en casi todas las ferias.

Antonio Purroy es subdirector de la Universidad Pública de Navarra.

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