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La garganta se seca

Desde hace 19 años, el momento más angustioso del encierro, aquel en el que la adrenalina escapa a borbotones, dura un segundo más. Las campanadas del reloj de la iglesia de San Saturnino van marcando la cuenta atrás. Al dar la octava, un mozo descorre el cerrojo del corral y otro lanza un cohete al aire. La manada se revuelve inquieta ante el jaleo. Suena un segundo cohete. Avisa de que los toros ya están en la calle. Sólo hay tiempo entonces de correr. El primer encierro de los sanfermines ha comenzado. Son las ocho en punto de la mañana de hoy.Suena la primera campanada. Hay que entornar los ojos, superar el estremecimiento apretando los dientes y contar. Hasta 1974 esa cuenta atrás era sólo de siete segundos, porque a las siete comenzaba el encierro, pero desde entonces se retrasó una hora, con lo que se aumentó en un segundo más la más terrible de las esperas.

¡Octava campanada, cohete, carretas, otro cohete ... ! ¡Los toros ya están en la calle! Desaparece el temblor, el escalofrío y el miedo. Todas esas sensaciones ya no tienen cabida cuando lo único que se puede hacer es correr y echar la vista atrás para ver cuándo aparece la manada.

Cuesta de Santo Domingo. Son 270 metros hasta el Ayuntamiento. Hay 30 de pánico. A la derecha, una pared que baja de las murallas; a la izquierda, una mole construida sin resquicio alguno. No hay más refugio que el tumbarse en el lateral y rezar. Mas los corredores expertos saben que esa parte del recorrido es de las más seguras. La manada va muy rápida y apenas se puede aguantar cinco segundos delante de ella. En los 105 metros de la plaza Consistorial y Mercaderes es otra cosa. El recorrido se ensancha y la empalizada ofrece salida segura. Después, los 420 metros más emblemáticos, los de Estafeta; imposible aguantar con el toro detrás toda la calle. Ya sólo quedan 100 más, cuesta abajo para alcanzar la plaza, donde se han vivido los mayores dramas. De los 12 muertos registrados desde 1924, ocho fueron corneados allí.

Los 800 metros largos de encierro son muchos para que los toros se mantengan siempre en manada. Tarde o temprano acaba descolgándose alguno y es entonces cuando uno conoce el auténtico pavor. Los ocho segundos de hace un par de minutos sólo fueron una broma.

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