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Toritos de casta

Domecq / Carrión, Pedrito, Gracia

Novíllos de Santiago Domecq Bohórquez, muy bien presentados (aunque algunos sospechosos de pitones), fuertes en general y con casta. Manolo Carrión: pinchazo perdiendo la muleta, otro hondo, rueda de peones, tres pinchazos -aviso- y descabello (silencio); estocada caída (aplausos y salida al tercio). Pedrito de Portugal: pinchazo y bajonazo atravesado que asoma (escasa petición y vuelta); estocada (aplausos). Edu Gracia: cuatro pinchazos -aviso- y bajonazo escandaloso (silencio); estocada atravesada y dos descabellos (oreja). Plaza de Pamplona, 6 de julio. Primera corrida de feria. Cerca del lleno.

La Feria del Toro se empezó a notar en la novillada. Salieron toritos, y el quinto lucía hechuras de torote. Un mérito para los toreros, con el valor añadido de que toritos, y torote tenían casta. Aquí está la sal de la fiesta, su emoción, su inquietud, su belleza, su intríngulis. Porque sale el toro de casta y todo son problemas, si el diestro no posee la valentía y los conocimientos necesarios para dominarla.Manolo Carrión estuvo a merced del torito de casta, con el que dio una vuelta completa al redondel. No vuelta triunfal, recibiendo flores y devolviendo prendas, sino amarga, atropellada, un calvario de vuelta, con el torito acosándole por todos lados. A Manolo Carrión le sobraba toro y le faltaban manos para quitarse de encima aquella embestida agresiva, un puntito violenta, que le iba robando terreno palmo a palmo, metro a metro. Llegan a abrir la puerta, y acaban ambos calle Estafeta abajo, de vuelta a los corralillos del Gas.

Al quinto novillo le hizo un buen toreo Manolo Carrión, quizá porque ese torito ya no acosaba: estaba inválido. No pareció traer de origen la invalidez. Ocurrió que en el puyazo romaneó violentamente al caballo, lo derribó con estrépito y el pobre salió de la refriega deslomado. Mientras junto al tercio perneaba el caballo tundido, al torito se le doblaban las patas en los medios.

Del buen encaste y la flojera súbita, resultó una síntesis interesante para ejecutar el bonito arte del toreo. Naturalmente eso era a ratos, en ocasión de que el torito permanecía en pie. Y Manolo Carrión se puso a pegarle derechazos, con la manita que no torea en posición discursiva, la cadera a un lado, fingiendo unas maneras y unas exquisiteces ajenas a su personalidad. Duró poco la representación, sin embargo, pues el torero corrigió la postura, dejó caer el brazo a lo largo del cuerpo, fue fiel a sí mismo y ejecutó entonces un toreo hondo, de gran plasticidad e irreprochable hondura. Ya no hubo más toros en la tarde que permitieran semejantes florituras. El toreo que se les pudiera hacer a los restantes, había que ganárselo. Pedrito de Portugal se lo ganó imponiendo su mando. Al segundo de la tarde lo citó a la distancia adecuada, adelantó la pañosa, y ya dejó allí cosida su codicia para siempre jamás. Quiere decirse que ligó los pases.

Quiere decirse que enceló al toro y no le consintió nada que no fuera seguir como embrujado el engaño. Al rematar la segunda tanda de redondos, ya lo había dejado hecho un trapo. Luego ensayó cuatro naturales, como para justificarse. Es la costumbre de la época: los toreros de ayer -es decir, los toreros de hoy, casi todos- no saben para qué sirve la mano izquierda. El quinto -el torote; cuajo de cuatreño- acabó incierto, revoltoso e incluso reservón, y Pedrito de Portugal no consiguió dominarlo.

Bueno; tampoco se le podría exigir tanto a un novillero. En el mismo caso estaba Edu Gracia, debutante y casi novel, que muleteó muy voluntarioso, y era de agradecer, con aquella encastada novillada.

El sexto torito derribó dos veces, tomó cuatro varas y al recio Edu Gracia no le arredré semejante manifestación de poder; antes al contrario, se puso de rodillas, hizo tremendismo, y acabó ganándose una orejita. No es que fuera pedida por mayoría, tampoco con enfervorizada insistencia, pero con menos fundamento se dieron otras y no se hundió el mundo por eso, ni nada.

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