"Las pruebas obligatorias del sida atentan contra la libertad individual"
"Estamos conociendo un fenómeno nuevo: la horrible combinación de la espiral del paro y la desintegración social"
No es una broma: el alcalde de Lourdes es el ministro francés de Sanidad. El centrista Philippe Douste-Blazy, que ostenta ambos títulos, es también, a sus 40 años, el ministro más joven del Gobierno dirigido por Edouard Balladur.En esta entrevista con EL PAÍS, Douste-Blazy se declara en contra de las pruebas obligatorias del sida, y ello por razones prácticas y morales. Este cristiano practicante "comprende" las razones de la Iglesia católica para limitarse a predicar la continencia sexual en la lucha contra el sida, pero afirma que, como médico, él debe preconizar "otras formas de prevención".
Douste-Blazy enumera las tres razones que le llevan a oponerse a las pruebas obligatorias del sida. "En primer lugar", afirma, "se crearía una red paralela de falsos certificados de limpieza de sangre. En segundo lugar, no pueden hacerse millares de pruebas cada día. Por último, existe el problema de la libertad de los individuos. La prevención debe ser colectiva, sin atentar a las libertades individuales. A los individuos hay que responsabilizarlos a través de la información
En menos de cinco años, Douste-Blazy, cardiólogo de profesión, esposo de una pediatra e hijo y nieto de médicos y farmacéuticos, se ha convertido en uno de los valores más jóvenes y prometedores del centro-derecha francés. Su ascensión política comenzó en 1989, cuando conquistó la alcaldía de Lourdes, su ciudad natal. Allí todo el mundo le tutea.
Douste-Blazy se declara católico, como el 60% de los habitantes de esta ciudad de 17.000 habitantes, que recibe cada año cinco millones de peregrinos. "En Lourdes", dice, "pasan de vez en cuando cosas inexplicables. Yo conozco personalmente el caso de una chica con cáncer que tuvo una curación excepcional. Cada cual puede atribuirlo a lo que quiera. Lo único que sé es que los médicos no lo sabemos todo sobre las extraordinarias posibilidades de recuperación de los seres humanos".
Pero el ministro no se guía por criterios religiosos a la hora de luchar contra el sida. "Por el momento", afirma, la única vacuna es la prevención. La Iglesia, y yo comprendo sus razones, pone todo el acento en las modificaciones del comportamiento sexual; pero cuando se es médico se sabe que esto no es suficiente y que hay que hacer información preventiva".
¿Información sobre los preservativos? "Sí, sobre los preservativos también".
Douste-Blazy dice entenderse "de maravilla" con Simone Veil, [ministra de Asuntos Sociales] su inmediata superiora en el Gobierno. "Admiro mucho", dice, "el coraje de madame Veil. Tiene convicciones profundas, y cuando hay que defenderlas, las defiende. Eso es raro en política".
¿Comparte el ministro de Sanidad la intransigencia de algunos de sus compañeros de Gobierno, que insisten en tratar a los toxicómanos como meros delincuentes? "Yo", responde, "estoy en contra de la liberalización de la droga, pero a favor del tratamiento terapéutico. El drogadicto, y hay 150.000 en Francia, es un enfermo y no un delincuente. Voy a proponer que el Estado garantice, a través de los centros sanitarios y, si es menester, de autobuses, el cambio de jeringas. Y también que comience a ensayarse en este país el uso de la metadona".
En relación con las jeringas, Douste-Blazy afirma: "Lo importante ahora es practicar una política que reduzca los riesgos de contaminación del sida. El 26% de los enfermos franceses de sida son toxicómanos. La droga se ha convertido en el principal factor de penetración de esta enfermedad en los heterosexuales". En cuanto a la metadona, quiere "experimentar sus posibilidades para desintoxicar, para reinsertar socialmente y para reducir los riesgos de contaminación del sida".
Al tomar posesión, hace menos de tres meses, Douste-Blazy insistió en la necesidad de "garantizar a todos el acceso a las atenciones sanitarias". ¿Qué quería decir? "Estamos conociendo un fenómeno nuevo: la horrible combinación de la espiral del paro y la desintegración social. Hay una nueva categoría de excluidos, los parados crónicos, que progresivamente se van quedando al margen del sistema sanitario. En Francia hay 450.000 personas sin domicilio fijo. Por ahí penetra el sida o reaparecen enfermedades infecciosas como la tuberculosis. Hay que poner en práctica nuevas estructuras sanitarias, estructuras próximas a todo el mundo, en todas partes".
¿No le remuerde la conciencia a este centrista ante la dura actitud frente a la inmigración del ministro del Interior, Charles Pasqua? "Lo que este Gobierno está intentando es integrar lo mejor posible a los inmigrantes que ya están en Francia y que piensan quedarse aquí. Ese es el sentido de nuestro proyecto. Pero para eso hay que luchar en serio contra la inmigración clandestina. Ahora bien, hay que tener mucho cuidado para mantenerse en el respeto estricto de los derechos humanos".
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