El Consejo de Seguridad y los perros negros
El número 13, según se cree, trae desgracias. La última resolución del Consejo de Seguridad -relativa a la ex Yugoslavia- trae, evidentemente, desgracias; y no una ni dos, sino 13 o incluso más. Como si tras los cinco ministros, tras los 12 miembros, estuviera sentado un decimotercero, un consejero invisible y demoniaco. ¿Quién es ese misterioso decimotercer miembro que, de un plumazo, ha envalentonado a los totalitaristas y echado a los perros negros a tanta gente en los Balcanes?El objetivo del lenguaje político no es desvelar, sino velar, engañar al contrario: el inconveniente de ese lenguaje es que a veces se engaña a sí mismo. El lenguaje de la última resolución del Consejo de Seguridad es un auténtico milagro lingüístico: numerosas palabras han cambiado literalmente de lugar y no significan lo que deberían significar. No se sabe qué es lo que se pide, lo que se ofrece, a quién se amenaza, cuáles son las garantías y qué es lo que garantizan, quién debe hacer qué trabajo y cómo debe hacerlo. Parece haber sido empleado por surrealistas cínicos que se consideran realistas sensatos. El caos político y mental que se ha adueñado del espacio de la ex Yugoslavia parece haber alcanzado a los cinco, y también a los 12 ministros; han reaccionado a través de un texto que no va a hacer más que extender el caos al conjunto de los Balcanes, y después más allá. El único mensaje claro es el siguiente: señores guerreros, haced lo que queráis y como queráis, nosotros seguiremos estando perfectamente ausentes, seguiremos siendo perfectamente bienintencionados.
El sangrante nudo de los Balcanes jamás podrá deshacerse mediante la aplicación del principio étnico y la creación de Estados étnicamente puros. Intenten curar el cáncer con el sida. ¿Lograrán la curación o solamente una tercera enfermedad que, de nuevo, habrá que combatir con otra enferme dad? El caos de los Balcanes sólo podía (y todavía podría) aplacarse mediante la aplicación del principio de ciudadanía, el mismo que la mayoría de esos ministros respeta tanto en sus países. ¿Por qué, pues, reservar otra suerte a los Balcanes y, quizá, a toda la Europa del Este: el horror de la limpieza étnica, el horror de una guerra permanente contra la población civil, el horror del racismo que, de momento, se autodenomina nacionalismo? Señores demócratas y señores cristianos, han elegido opciones políticas y civilizadoras dañinas, dañinas en cualquier caso para los intereses de sus electores.
Hacia el totalitarismo
Sin pretender exagerar, esta resolución del Consejo de Seguridad no deja en los Balcanes más posibilidad que la de Estados totalitarios. Todas las alternativas, todas las oposiciones, son prácticamente imposibles: toda la intelligentsia independiente -tanto la que, a duras penas, permanece en los nuevos Estados como la del exilio- ve, de repente, su existencia amenazada. Se ha ofrecido a los extremistas. una oportunidad con la que jamás habían soñado, y a los instigadores de la guerra, la prueba de que tenían razón. Se ha dejado fuera de combate a los demócratas, y no ha sido obra de su adversario, sino del tribunal.
En mi libro La neige et les chiens [La nieve y los perros] hay una escena en la que cinco guerreros nacionalistas torturan a una niña, la asan a fuego lento. Monstruoso, ¿no?. Pues es un hecho real. ¿Cuántas niñas seguirán siendo torturadas en las actuales y futuras guerras programadas por esta resolución que, implícitamente, perdona a los asesinos y declara que las víctimas seguirán siendo víctimas? ¿Quién, en realidad, nos ha echado a los perros negros, esos perros que han salido de mi libro y andan a la busca de nuevas víctimas?
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