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Claudio Rodríguez gana el Príncipe de Asturias de las Letras por la iluminación de su poesía

El premio, dotado con cinco millones, destaca la hondura simbólica de su visión de la realidad

El poeta de la generación del 50 Claudio Rodríguez (Zamora, 1934) obtuvo ayer el premio Príncipe de Asturias de las Letras, por mayoría del jurado, como reconocimiento a su "iluminación de la realidad cotidiana y su adhesión a ella con hondura simbólica". Autor de Don de la ebriedad, libro que escribió cuando tenía 19 años, Rodríguez dijo ayer que "ese entusiasmo, ese rapto, ese éxtasis" al que hace referencia el título de su primer libro no ha desaparecido de su obra posterior. Para Claudio Rodríguez, la poesía es celebración, tanto del amor como de la muerte.

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Con Don de la ebriedad ganó el Premio Adonais en 1953, y causó sorpresa la belleza y naturalidad de aquellos endecasílabos que celebraban la naturaleza, "entendida no como en el siglo XVIII sino como una especie de asombro ante el hecho de existir, de ver las cosas y del vivir humano al mismo tiempo", dice Claudio Rodríguez. "Por eso hablaba yo de la ebriedad, del entusiasmo platónico, o del fervor en el. sentido cristiano de la palabra. Pienso que ese fue el peldaño primero que me abrió el camino hacia la expresión poética".Claudio Rodríguez, que ahora vive en Madrid en una casa que mira a uno de los cruces más atestados de tráfico de la ciudad, es un poeta que va "andando por el campo a través". En su juventud, podía caminar un mes desde Logroño hasta Burgos durmiendo en la calle.

"Yo pertenezco a la estirpe de los poetas andariegos, como Machado, Unamuno, Gabriel Miró, Cervantes...", dice. "Ese contacto directo con la naturaleza y el movimiento mismo del propio cuerpo al caminar, horas y horas, dias y días, meses y meses, inevitablemente condiciona la contemplación, que es lo fundamental en poesía, y también el ritmo del estilo".

Debates prolongados

El jurado que premió ayer a Claudio Rodríguez con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, dotado con cinco millones de pesetas, destacó "su relevancia en el grupo poético de los años cincuenta y ante la joven poesía española actual". El fallo fue adoptado al cabo de "debates prolongados y numerosas votaciones", dijo el poeta mexicano Octavio Paz, presidente del jurado. La novelista Rosa Chacel, que la próxima semana cumplirá 95 años, resultó finalista.

El galardonado agradeció ayer el premio y luego añadió: "Está muy bien que se reconozca la presencia de la poesía en la cultura española, y si puedo contribuir a ello, mucho mejor". Porque Claudio Rodríguez considera que la poesía, y el fenómeno artístico en general, se va apagando cada vez más. "Ahora el héroe de nuestro siglo es el científico, no el artista", dice. "La ciencia ha sustituido al arte. Y, paradójicamente, la ciencia se va acercando cada vez más al fenómeno poético, en el sentido de búsqueda del misterio de la materia, del misterio del mundo, que tiene ciertas asimilaciones con el misterio de la poesía, cuyo secreto es el secreto del mundo".

Los críticos han señalado la inocencia perdida, el conocimiento y la iluminación como rasgos poéticos de la obra de Claudio Rodríguez. También el sentimiento amoroso que la recorre. "La poesía es amor, entre otras cosas", dice. "El impulso erótico es un impulso que sería desmesurado llamarlo cósmico, pero Dante decía: 'El amor es el que me mueve, el que me hace hablar'. ¡Claro! Y decía Lorca, siguiendo esta misma línea: 'Quien no ame profundamente a la piedra y al gusano no entrará en el reino de los cielos'. A eso me refiero. El impulso amoroso es poderoso, el poderío de las sensaciones. Pero también puede existir el odio, el fracaso..."

La idea de Claudio Rodríguez es que la vida no es poesía, pero la poesía es vida aunque hable de muerte. "Se canta para celebrar", dice, de ahí el título de uno de sus libros, El vuelo de la celebración. "Se celebra desde cualquier circunstancia humana", añade, "no porque el mundo esté bien hecho. Se puede celebrar desde la desgracia o el sufrimiento, desde la miseria humana, desde la muerte... Lee uno un poema sobre la muerte, maravilloso, y se produce el fenómeno catártico, de transformación de la poesía, que es que produce placer. Yo leo el poema de Baudelaire cuyo tema es la carroña humana, el cuerpo en descomposición, un tema macabro y terrible, pero el poema es maravilloso y me produce una sensación casi placentera, de animación. O veo el Cristo de Velázquez, un hombre crucificado, es algo horroroso y siento una sensación casi placentera otra vez".

Precisamente el envejecimiento como fenómeno de la naturaleza es el tema del próximo libro de Claudio Rodríguez. Aunque, siguiendo su lema de que la poesía no es algo vitalicio y con un ritmo de producción muy lento -"nada me urge", dice- no sabe cómo ni cuándo lo terminará. Además, está el terror de la página en blanco, porque la poesía, "como es una aventura en terrenos inconscientes, puede llegar a ser incluso peligrosa, no sabes por dónde vas, y eso produce una sensación de vértigo, de cierto temor: ¿qué hago yo ahora? ¿qué palabra utilizo? ¿qué imagen?"

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