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FERIA DE SAN ISIDRO

Damasistas de repente

El público de Las Ventas se hizo damasista de repente. Felicitaciones para todos, pues al fin reconocía los justos méritos del titular de la causa, Dámaso González, torero honrado, veterano curtido en dominar toros de espantable aspecto, bajito por parte de padre y fundador del toreo contemporáneo. Toreó Dámaso González con valentía, y aunque las suertes no las interpretaba muy bien -en realidad, sólo le salieron regular- escuchó los olés y las ovaciones más unánimes que se le hayan dedicado nunca en este aleatorio coso.Nadie le regaló nada: la pasión damasista del público venteño estalló en cuanto vio al torero bajito descararse delante del toro cuajado, cornalón y astifino que abrió plaza. Un toro colorao de impresionante arboladura que metía miedo. Pero al torero no debía darle miedo, o lo sabía disimular. Siempre ha sido así Dámaso González: un hombre tranquilo, de valor sereno, que pisa sin aspavientos los terrenos del toro y lo somete con su peculiar técnica dominadora, que incluye el raro don del temple.

Corte / González, Mendes, Soro

Dos toros (3º y 4º) del Conde de la Corte (cuatro fueron rechazados en el reconocimiento), inválidos. Dos de María Olea (otro fue devuelto por inválido), inválidos, 1º impresionante cornalón y apagado, 6º noble. 2º de El Sierro, inválido e incierto. 5º sobrero de Cernuño, manso. Todos con trapío.Dámaso González: dos pinchazos y estocada corta caída (ovación y salida al tercio); pinchazo, bajonazo tendido y descabello (vuelta). Víctor Mendes: pinchazo en el costillar a toro arrancado, pinchazo y descabello (silencio); estocada (pitos). El Soro: bajonazo (silencio); mandoble al aire y bajonazo tendido (silencio). Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 21ª corrida de feria. Lleno.

Más información
Dámaso González: "Soy muy feliz entre los pitones"

Cruzado ante el toro, en el centro de aquella inquietante cornamenta que entre pitones debía de medir más de un metro, Dámaso González presentaba la muletilla y metía en ella la embestida escasa, sin importarle que se parara y quedasen las buidas astas merodeándole los alamares. Emocionó a todo el mundo. Y cuando cogió al cuarto -otro serio galán- lo llevó al platillo y le hizo faena ceñida en un palmo de terreno, los olés atronaban el graderío. Lo extraño fue que el toro le tropezara la pañosa, siendo el temple su principal virtud. Y luego mató mal. Sin embargo se lo perdonaron todo, en aras de su pundonor y de su vergüenza torera.

Por lo demás, la plaza estaba muy triunfalista. Todo cuanto sucedía daba pie para apludir. Muletazos maestros o astrosos mantazos tenían en el tendido la misma acogida. La gente lo pasaba estupendamente, estaba claro. Sólo le contrarió que Víctor Mendes no banderilleara al quinto toro, y muchos lo tomaron a ofensa personal. Que un matador-banderillero no banderillee, debe de ser delito de lesa banderilla. Ese toro era un mansazo de arrancada incierta, y aunque Víctor Mendes lo dobló por bajo con auténtica ciencia torera y cobró un excelente volapié, le pitaron en justo castigo a su perversidad.

El Soro, en cambio, que no renunció a banderillear nada -si a toro pasado, a casi nadie importó- fue premiado con ovaciones encendidas, y sus pares del molinillo al sexto provocaron el delirio. Después cogía la muleta y montaba un fregado de enganchones y tironeos que acallaban el entusiasmo.

Los matadores-baderilleros banderillearon sus primeros toros en banderillera alternancia, con resultados diversos. Víctor Mendes salía comprometido de sus pares, mas antes de la reunión ya corría El Soro a donde iba a producirse y, cosumada, azuzaba al toro para fingir un quite a todas luces innecesario.

Uno siempre ha sospechado que los zafarranchos de los matadores-banderilleros malean a los toros y el primero de Mendes acabó avisado, obligando al diestro a trastearlo a la defensiva. Ahí empezaron ya a amostazarse muchos con Mendes. "Si coge ese toro Damáso, lo torea", comentaban con absoluta convicción. Quizá. La diferencia está en que Dámaso González. no banderillea, Dios le bendiga también por eso.

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