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Entrevista:

"Nunca podré olvidar que traicioné a mi propio padre"

"Tan sólo yo sé lo que me costó llegar a esta palma", dijo anoche Chen Kaige, cuando se le concedió por primera vez en la historia del Festival de Cannes la Palma de Oro compartida. El niño prodigio de la Quinta Generación de la Escuela de Pekín estuvo ya dos veces aquí, en La Croisette, en 1984 con La tierra amarilla y en 1991 con La vida en un hilo. Ahora, con Adiós a mi concubina, sedujo tanto al público como a los críticos. La productora, al contrario, tardó 18 años en volver a Cannes, donde estuvo en 1975 con su primera película. Los dos aseguraron: "Éste es un paso gigantesco para el cine chino. Con este premio conseguiremos más que durante los 50 años de la revolución".

Pregunta. La película tuvo ciertos "problemas", en el momento de estrenarse en China, aunque tampoco pudo estrenarse en Taiwan con cuyo dinero se produjo.

Respuesta. Es cierto, aunque fue por distintos motivos. En China es aún muy difícil hablar de la responsabilidad colectiva e individual que todos tenemos por lo que ocurrió durante el periodo del comunismo duro y, por tanto, algunas de las escenas han sido demasiado "pesadas" para la conciencia de las masas. En Taiwan las razones fueron totalmente distintas. Allí, algunas de las escenas entre Xiaolou y Juxian, sobre todo aquellas en la cama, han sido consideradas casi pornográficas.

P. En la película, tres personas involucradas en un círculo vicioso relacionadas muy profundamente al final bajo la presión del Estado se traicionan mutuamente... Éste fue para muchos un momento de gran sorpresa...

R. Durante la revolución para cada uno de nosotros ella representaba mucho más que cualquier cosa, que cualquier familiar. Me acuerdo que yo era uno de los más destacados jóvenes que activamente participaba en todas las acciones organizadas por el movimiento juvenil y luego por el movimiento de estudiantes. Nunca olvidaré que traicioné a mi propio padre que en aquel momento era miembro de la clandestina organización que representaba la oposición del Gobierno. Me sentía muy orgulloso y digno de ser el hijo de la revolución. Nos identificábamos con ella y el Estado olvidando que éramos primero seres humanos, hijos de nuestros padres o hermanos de nuestros hermanos. Y por encima de todo, teníamos mucho, muchísimo miedo. Ahora se dará cuenta por qué para mí era imprescindible incluir el momento de la traición en mi película porque era algo inevitable en la China de aquellos tiempos.

P. Los personajes de su película, sobre todo la concubina, vive su ópera de Pekín incluso fuera del escenario. ¿Hasta qué punto las estrellas eran personas de influencia?

R. Tal y como ha visto se les atribuye el poder semejante al que luego tenían los políticos o en Occidente los sacerdotes. Su influencia era enorme tanto si eran personajes positivos como si eran negativos.

P. La temática de la homosexualidad ha sido llevada con mucha sutileza, casi hasta el punto de preguntarnos, como fue en el caso de William Hurt en El beso de la mujer araña, si el actor es en realidad en la vida privada homosexual.

R. Este es un tema muy delicado, especialmente en China. Los es tanto en la China de ayer como en la de hoy. ¿Puede decidir uno si quiere o no morir por el otro? Sí, puede. La mujer puede decidir morir por un hombre y el hombre por una mujer. Pero, ¿podría morir un hombre por el amor de otro hombre? Lo que quiero decir es lo siguiente: ¿Estaría la gente dispuesta a mirar este sacrificio con los mismos parámetros como si se tratara de amor heterosexual?

La respuesta es una pregunta

P. La respuesta parece ser muy clara ¿o no?

R. ¿Qué pasa si el hombre se da cuenta que puede llevar a cabo su amor tan sólo en el escenario? ¿Qué pasa si no tiene otra solución que tomar la vida del escenario como la vida real, sabiendo que solamente de esta manera podrá vivir su amor? Solamente en el escenario, donde se le admite ser "mujer" y tan sólo allí donde se siente totalmente "protegido" de su entorno que le juzga por lo que siente toma conciencia de que es un hombre. Así que mi cuestión sigue en pie: ¿Podría un hombre a su manera querer a otro hombre?

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