...Y el líder se partió la cara
Juan Carlos, el líder, observa que Luis, El Portugués y el Canario andan enfadados. Los dos ejercen de responsables, ambos son los únicos de la casa, junto al líder, que han aguantado en el centro desde que entraron hace 10 meses. El Canario le ha dicho al Portugués en broma que no podrá ir mañana a Anchuelo a trabajar (allí se encuentra la casa de las chicas de Betel), y al Portugués, de ojos verdes, no le hecho gracia.-Yo llevo aquí 10 meses, a mí no me tienes que venir con esas tonterías. ¿Te hace gracia a ti que te diga que no puede ir a Anchuelo? -le pregunta el Portugués.
El líder intenta interceder:
-No os deis bromas, hombre, que sabéis que terminan mal.
-Mira, Luis -dice el Canario-, no me vuelvas a dar ni una broma más.
-Se acabó ya la discusión -dice el líder- Ni tú vas a Anchuelo, ni tú adonde quieres ir mañana.
-Yo. tengo que ir al médico mañana -protesta el Canario.
-¡Pues tampoco! Vas otro día al médico -sentencia el líder.
Asunto zanjado. Por la mañana, el Canario sufre un bajón y todos le dan ánimo. Lleva meses, ha probado, como casi todos sus compañeros, muchos métodos de desintoxicación. Hasta conoció la Palabra en otro centro de Betel y abandonó a los cuatro meses, cuando era responsable. Volvió, humillado y rendido, para ser vigilado por quienes él vigilaba antes.
Un engaño poco original
Ahora, tras 10 meses en la casa, se resiste a tirar la toalla. Quiere recuperar a su familia, como todos sus compañeros, y tampoco pretende engañarse, como todos, pensando en que la familia le necesita. Los seres queridos, por regla general, se vuelven más felices cuanto más tiempo pasan ellos en la finca.
El Canario lucha por no, asemejarse a los otros responsables que se fueron con el dinero de las postales. Sabe que si se va, los otros chicos sufrirán un bajón también, porque para ellos supone una esperanza. Juan Carlos, antes de convertirse en líder, creía en su líder, pero éste falló. Se partió la cara, como ellos llaman al volver a la droga. Y si mañana Juan Carlos se la parte, el descalabro en la casa de los 25 yonquis puede ser enorme. "Si Juan Carlos, quien tantas veces me apartó del mal camino, claudica, yo caeré también". Eso pensarán muchos de sus discípulos. Por si acaso, Juan Carlos les previene: "Escuchad siempre la palabra del Señor, no la mía".
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