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FERIA DE SAN ISIDRO

Toreros emigrantes

Gonçalves dejó hace cuatro años su país para buscar el triunfo

Vive solo en un piso alquilado en Azuqueca (Guadalajara). Come y cena en un bar próximo a su casa. José Luis Gonçalves lleva cuatro años así, desde que dejó Lisboa para ser torero: "Tomé la decisión de irme para intentar ser figura. Si quería triunfar, tenía que vivir de cerca el mundo taurino. Me vine a Madrid y hasta ahora". Hoy le llega la oportunidad de su vida, una corrida en la feria de San Isidro.

Gonçalves nació en Angola y con tres años se trasladó a Lisboa. Allí estudió y creció viendo a su hermano cómo quería ser torero. Para José Luis lo de los toros fue un juego hasta que decidió tomárselo en serio. Tanto, que a los veinte años dejó su casa y su familia para convertirse en emigrante.De eso hace ya casi cuatro años. El pasado logró pisar Las Ventas. Desde entonces ha hecho ya media docena de paseíllos en Madrid. "Es un público complicado al que hay que dar lo que quiere, pero cada torero tenemos nuestra personalidad y por eso el triunfo nunca es fácil pues hay que lograr, además, que el toro embista".

José Luis Gonçalves, al contrario que muchos de sus compañeros de ahora, no pertenece a ninguna escuela taurina: "Me he ido haciendo yo solo a base de consejos y ver torear. No tenía a nadie que me corrigiera los errores y he ido conociendo los terrenos del toro y la técnica a base de revolcones. En la escuela, en cambio, todo esto se aprende enseguida y ganas tiempo. En cuanto al arte, la escuela ya es menos importante, pues va dentro del sello personal de cada uno, y si no se tiene carisma, ya puede tener uno toda la técnica del mundo que con ella no va a ninguna parte".

Es precisamente el desarrollo de esa personalidad la que permite a los toreros conocer la felicidad, según dice Gonçalves: "Es difícil de explicar con palabras la transformación interior que se produce cuando se logra dominar con arte y belleza una fiera. Hay que ser torero para comprenderla y nosotros pudimos envidiar la semana pasada a Manzanares porque vimos en su rostro la conmoción que sufría a causa del triunfo. Eso, para nosotros, es la felicidad".

Gonçalvez, para alcanzarla, sueña con que le salga esta tarde un toro pastueño, con temple y bravura, que le permita embarcarle despacio en la muleta. Pero aún así siempre querrá más: "Cuando le analiza una gran faena en frío, uno se da cuenta de que podía haber existido mayor compenetración con el toro. Eso nos permite buscar siempre la superación y soñar con una faena que sabemos que no existe".

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