_
_
_
_
46º FESTIVAL DE CANNES

El cine francés apuesta abiertamente por sí mismo desde el primer día de competición

El certamen comenzó anoche bajo una fuerte presión chovinista

ENVIADO ESPECIAL, Sin contar con las varias coproducciones en que interviene, el cine francés domina con cuatro películas totalmente suyas cuatro días estratégicos del calendario de la programación, entre ellos el inaugural y el del clausura. Mientras tanto, los medios de comunicación y la prensa cinematográfica especializada de la recién estrenada Francia postsocialista no disimulan su presión para que el próximo día 24 triunfe alguna de ellas. Los alardes de autobombo son tan ostensibles que su descaro sonroja y hace gracia al mismo tiempo. Desde hace muchos años no se había visto aquí un despliegue tan unánime y bien coordinado de escobas francesas, como se sabe expertísimas en el arte de barrer para dentro.

La película francesa inaugural se titula Ma saison préférée y está interpretada por Catherine Deneuve y Daniel Auteil, un extraordinario actor de cine y, sobre todo, de teatro, prácticamente desconocido en España. La dirige el ya veterano Daniél Téchiné, un empollón muy listo, que en realidad es un depredador con escaso talento del talento de Jacques Rivette y otros grandes del realismo francés. Este comentarista ha visto cuatro de las 11 películas que Téchiné ha realizado en sus 22 años de carrera: no recordaba hasta que los ha leído ahora aquí el título de ninguna de ellas y, lo que es más grave, sigue sin recordar ni una sola de sus imágenes. La fría justicia selectiva de la memoria involuntaria ha expulsado de ella hasta la más mínima, huella de sus películas. Y esto en cine nunca es casual.Lo mejor que cabe decir de Ma saison préférée es que tiene un reparto muy solvente e incluso algunas interpretaciones individuales muy convincentes. Catherine Deneuve explica el porqué de estas bondades con brillantes palabras: "Téchiné nos filmó con dos cámaras y creo que esto influyó mucho en el desarrollo de la película. Al mismo tiempo que opresivo, porque no te permite respirar, es formidable actuar ante dos cámaras que te filman simultáneamente desde distancias y encuadres distintos. Se crea el intérprete una situación al mismo tiempo paradójica y gratificante, porque el cerco de las dos cámaras alrededor de los actores mientras interpretamos en continuidad la escena, al mismo, tiempo que nos oprime, nos da una gran libertad".

Niña cincuentona

Está muy bella y es muy actriz esta célebre niña cincuentona. Su presencia ennoblece a esta película inferior, muy inferior a sus intérpretes. Téchiné es, como dijimos, un cineasta astuto, un perro viejo de mediana edad, cuyo talento parece estar muy por debajo de sus ambiciones, lo que le obliga a convertir la ficción en fingimiento y, por consiguiente, a engañar con la verdad, argucia muy empleada por los hijos y deudores de la vieja nueva ola del cine francés de los años sesenta. Sus dos cámaras simultáneas, su autoproclamación de devoto de la gran escuela del realismo francés y los ecos que hace sonar en su película de obras maestras de John Casavettes y Jacques Rivette son ecos huecos, sazonados con alguna que otra incursión en los alrededores del plagio, como la que Téchiné toma literalmente prestada, sin permiso de Michelangelo Antonioni, a La noche.

El hecho es que la mejor virtud de esta película de menos entidad de la que quiere aparentar es que mientras se proyecta uno puede levantarse de su butaca, irse al vestíbulo, fumarse plácidamente un cigarrillo, contemplar de lejos las dunas de piel de starlette tostada que abarrotan las playitas de La Croisette y luego volver a la butaca para allí preguntar al absorto postmoderno de al lado: "¿Oye, qué ha pasado?", y que él te conteste al borde del éxtasis, del orgasmo cinéfilo: "nada", sin percatarse de que ese nada quiere decir todo.

El hecho es que también fue ayer -alrededor de esta primera película del lote francés y sobre todo de Catherine Deneuve, que aquí demuestra que es una mujer que sabe envejecer- cuando los periodistas acreditados en Cannes 93 nos sentimos tan acosados como la actriz por las cámaras simultáneas de Téchiné. Con la diferencia de que el acoso no nos crea esa libertad de que ella habla, sino parálisis, estupor e incomodidad: la que produce sentir en nuestras retinas desde el primer día de esta feria del cine, la presión del chovinismo francés con las calderas funcionando a todo gas y despidiendo el inconfundible tufo -por no decir hedor- que emana de la política cuando ésta se inmiscuye en el arte y lo contamina.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_