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"Okinawa parece una colonia norteamericana"

El gobernador pide al emperador de Japón que se desmantelen las bases de Estados Unidos

Juan Jesús Aznárez

Los altavoces de una furgoneta aparcada en el centro urbano de Okinawa, que alberga la principal base de Estados Unidos en Asia, denuncian nuevas afrentas contra la isla del Pacífico colonizada por chinos, japoneses y norteamericanos: "Otra vez los yamato [japoneses] quieren vendernos por un interés militar. La visita del emperador es el primer paso". Los intereses en juego son 30.000 marines y 45 instalaciones utilizadas en las guerras del Golfo, Vietnam o Corea. El gobernador de Okinawa, Masahide Ota, ha pedido al emperador Akihito el progresivo desmantelamiento de las instalaciones, y Kazuko, una anciana que sobrevivió a la batalla de 1945, asegura: "Parecemos aún una colonia norteamericana".

Una parte de los habitantes de Okinawa, la provincia más pobre de Japón, con cultura y dialecto propios, conoció en primera línea los años terribles de la II Gerra Mundial y el sufrimiento de aquella masiva inmolación en nombre del emperador Hirohito. La generación de posguerra fue administrada 20 años por la potencia vencedora, EE UU, al renunciar Japón a la soberanía de este archipiélago de 60 islotes, especialmente valioso para el Pentágono durante la guerra fría.La cesión fue calificada como una vengüenza por muchos isleños, que se consideraron vendidos por Tokio en el Tratado de San Francisco de 1951 después de haber sacrificado 140.000 vidas civiles en la peor batalla de la guerra del Pacífico. Pero los jóvenes nacidos tras la capitulación se acostumbraron a los nuevos inquilinos. Las alambradas que cercan los acuartelamientos en la periferia de Naha, la capital de Okinawa, los marines negros emparejados con las hijas de los soldados japoneses caídos hace medio siglo, el ruidoso vuelo de los cazas forman parte de la vida diaria en la provincia visitada por los emperadores, por primera vez en su historia. "Para mí es algo normal", dice Kenichi, de 19 años.

Según datos de la embajada norteamericana en Tokio, el número militares desplegados en Okinawa y los otros islotes se acerca a 30.000. Las cercas de separación de las zonas civiles y militares a lo largo de la carretera 58, que cruza la isla principal, tardarán en ser levantadas. Además, la mayoría de la población no pide la total retirada norteamericana. El arsenal estadounidense es considerado aún necesario para la estabilidad de una región con naciones que desconfían unas de otras y casi todas de Japón. El gobernador Ota piensa de todas formas que la presencia militar norteamericana es excesiva. "Cada provincia debe compartir con equidad el peso. Nuestro atraso en desarrollo es de 27 años y querernos tener ahora la posibilidad de salir adelante sin interferencias".

Estados Unidos acantona en Japón 45.000 soldados. Los dos Gobiernos piensan que las bases no salen muy caras, su capacidad de reacción rápida está probada y convienen a los intereses nacionales. Pero el prometido cierre de instalaciones, muy lento, no satisface a Okinawa, más interesada en promover el turismo, un sector que aporta más ingresos y menos problemas.

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