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Reportaje:

El hambre, enemigo de la ecología

La llegada de millones de desplazados tiene un fuerte impacto económico, y medioambiental en los países de acogida

Vistos desde el aire, muchos campamentos de refugiados en la frontera entre Kenia y Somalia forman grupos de puntos marrones en medio de enormes círculos pelados. Fuera de esa circunferencia, de varios kilómetros de diámetro, empiezan a brotar los arbustos: la necesidad de leña para combustible y para la construcción de las chozas está acabando con la ya de por sí escasa vegetación. Las mujeres tienen que recorrer cada día largas distancias para poder recogeralgo de madera.Lo mismo sucede en Zimbabue donde, asegura el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la extrema necesidad de leña lleva a algunos refugiados mozamibiqueños a romper su tabú tradicional que les impide talar los árboles frutales, o en la provincia fronteriza del noroeste de Pakistán, donde la presencia de tres millones de refugiados afganos ha causado un daño enorme a las zonas boscosas.

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El largo éxodo a ninguna parte

Algunas organizaciones de ayuda han dado ya la voz de alarma y hoy se buscan alternativas para frenar la tala masiva de árboles y arbustos. La solución es dificil. Cada tonelada de trigo y alubias suministrada por las agencias humanitarias a los campamentos de refugiados necesita tres toneladas de leña para su cocción. Actualmente, Unicef está cambiando la composición del Unimix, una papilla proteínica para los niños que requiere una hora de cocinado, por una fórmula de preparado más rápido. El ACNUR ha comenzado además, en colaboración con otras organizaciones, programas de reforestación, como el que se desarrolla en Honduras.

El deterioro del medio ambiente es uno de los problemas, quizás el más visible, generados por la llegada de millones de refugiados a los países del Tercer Mundo, que carecen de las mínimas infraestructuras para atender a su propia población.

Competencia

Los recién llegados compiten con las comunidades locales por recursos esenciales y escasos: tierra, agua y comida. "Cuando comenzamos los programas de ayuda a los refugiados somalíes en la frontera de Kenia, vimos que buena parte de la población local estaba en las mismas condiciones: también a ellos la sequía les ha matado el ganado. Por eso les incluimos en los programas sanitarios y alimentarios", explica un portavoz de la organización Médicos Sin Fronteras. Con esta medida, además, se pretende evitar en lo posible los asaltos a los convoyes de ayuda humanitaria.

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Las agencias de ayuda se mueven en el difícil equilibrio de atender a las poblaciones de refugiados y evitar a la vez que esas situaciones de emergencia se acaben enquistando. Sin embargo, en aquellos lugares donde la repatriación de los refugiados se convierte en una eventualidad lejana, las organizaciones humanitarias tienden a poner en marcha programas de desarrollo a medio y largo plazo, sobre todo de tipo agrícola, que sienten las bases de la autosuficiencia para los refugiados y la población local al mismo tiempo.

Si la avalancha de refugiados plantea problemas medioambientales, no es menos cierto que la destrucción del entorno en los países de origen puede dificultar su retorno: la guerra destruye el hábitat natural y la desertización avanza al ritmo de los tanques. El enorme palmeral de Basora, que la guerra irano-iraquí dejó convertido en un bosque de espectros, la destrucción de los ancestrales sistemas de regadío de Kandahar, en Afganistán, o los daños causados por la destrucción química y mecánica de las tierras vietnamitas son testimonios de esta tragedia.

Este reportaje ha sido elaborado por Maite Rico Thierry Maliniak y Georgina Higueras.

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