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El largo éxodo a ninguna parte

Los países del Tercer Mundo acogen al 80% de los 17 millones de refugiados del planeta

La llegada de refugiados y emigrantes económicos del este de Europa y del Tercer Mundo ha creado una oleada de pánico en Occidente, que intenta cerrar sus puertas a estas invasiones desestabilizadoras. Es en los países subdesarrollados, sin embargo, donde el problema de las migraciones adquiere tintes más dramáticos: de los 17 millones de refugiados censados que hay en el planeta, 13 millones, casi el 80%, viven en el Tercer Mundo. Instalados en campamentos fronterizos o en el extrarradio de las ciudades de África y Asia, sin posibilidad de retomar a sus países ni de lograr una vida autosuficiente, los refugiados están abocados a la lucha por la supervivencia en las naciones receptoras, que aceptan, a veces porque no les queda otro remedio, compartir con ellos su propia miseria.

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Malaui es un país cuatro veces más pequeño que España, situado en el África austral. Su población, cercana a los ocho millones de habitantes, se ha ido incrementando desde 1986 hasta llegar a los nueve millones: la guerra en el vecino Mozambique, que enfrenta al Gobierno con la guerrilla Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo) ha empujado a un millón de personas a cruzar la frontera. El flujo de refugiados coincidió con el comienzo de una etapa de sequía y de peste que ha acabado con las cosechas y el ganado. En 1984, Malaui exportaba grano. Ahora el escorbuto se extiende por la mitad de sus 24 distritos.

Es sólo un ejemplo de la tragedia que se repite en numerosos países del Tercer Mundo, convertidos en punto de llegada para miles de refugiados con los que comparten su miseria.

Europa occidental, Canadá y Estados Unidos acogen a casi cuatro millones de refugiados del mundo, un 22% del total, de los que la mitad son fruto del conflicto de la antigua Yugoslavia. El 78% restante se reparte por las zonas más castigadas del planeta: África, Oriente Próximo y sureste asiático.

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"Por parte de las poblaciones del Tercer Mundo existe un sentido de solidaridad mucho más desarrollado que en los países europeos, a pesar de sus graves dificultades económicas", explica FranVoise Bluzat, portavoz en España del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Las guerras, la represión política y étnica o la sequía se ceban en una población indefensa, que se aventura hacia territorios desconocidos donde su protección y su propia supervivencia no están garantizadas.

Tragedias simultáneas

África es el continente donde todas las tragedias se han dado cita, a veces de forma simultánea, y donde se han generado los mayores desplazamientos de población en los últimos años. Este continente acoge al 40% de los refugiados del mundo. Una zona paradigmática es el llamado Cuerno de África. Más de dos millones de personas han cruzado las fronteras de Sudán, Etiopía, Yibuti y Somalia sin poder encontrar un refugio permanente: la inestabilidad de estos países obliga a los nuevos pobladores a atravesar los desiertos fronterizos una y otra vez, en una carrera sin rumbo con el hambre y la violencia.

Los conflictos étnicos entre hutus y tutsis han empujado a 600.000 personas a cruzar los límites entre Ruanda y Burundi. Otra guerra civil ha puesto en fuga a la mitad de la población de Liberia, cerca de un millón de personas, que se han desperdigado desde 1989 por los países fronterizos, sobre todo Guinea Conakry y Costa de Marfil. Liberia acogía a su vez a 100.000 refugiados de Sierra Leona a los que la guerra ha privado de protección.

Asia central aporta uno de los casos más trágicos en las estadísticas del refugio. Un tercio de la población de Afganistán, es decir, cinco millones de personas, se lanzó a la desesperada, ante el avance de las tropas soviéticas en 1979, hacia Pakistán e Irán. Allí aguardan en sus chozas de adobe una paz que les permita volver. La caída del régimen procomunista de Kabul en abril de 1992 disparó una carrera enloquecida de gentes que han pasado 12 años soportando temperaturas que llegan a los 50 grados centígrados en verano y a los 30 bajo cero en invierno. Millón y medio de afganos intentan recuperar ahora sus casas y sus tierras, yermas y minadas.

Otros dos países asiáticos encabezan la lista de países proveedores de refugiados: Uno es Irak, donde la represión del régimen de Sadam Husein contra los habitantes kurdos y shiíes ha puesto en fuga a millón y medio de personas hacia Irán. El otro es Myanmar (Birmania), donde la persecución del régimen dictatorial y budista contra los musulmanes de la provincia de Arakan ha desplazado a un cuarto de millón de personas hacia el paupérrimo Bangladesh.

La huida del hambre y de la represión tiene una imagen propia en el sureste asiático: son los boat people, decenas de miles de personas que se han hecho a la mar en destartaladas embarcaciones, a merced de las olas y de los tiburones. Unos 63.000 laosianos y más de 100.000 vietnamitas queman su tiempo en campos de internamiento en otros países sin tan siquiera acceder al estatuto de refugiados. La colonia británica de Hong Kong, con 61.000 boat people, es el enclave que sostiene a más emigrantes económicos.

Desde el golpe militar que derrocó en septiembre de 1991 a Jean-Bertrand Aristide en Haití, el fenómeno de los boat people se vive también en el continente americano. Unos 200.000 haitianos han encontrado asilo en diferentes países, principalmente EE UU. Otros 40.000 han sido ya devueltos y un número sin precisar, pero elevado, ha encontrado la muerte en el mar.

-La mayor parte de los refugiados depende por entero de la ayuda internacional. "El ACNUR asegura la protección y la asistencia a los refugiados, además de resolver las situaciones de emergencia. Una vez concluidos los acuerdos con el Gobierno del país de acogida, el ACNUR coordina las distintas actividades asistenciales -alimentación, salud, educación o saneamiento -con otras agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales", explica Bluzat.

El ACNUR cuenta para 1993 con un presupuesto de 290 millones de dólares (unos 33.900 millones de pesetas). El fuerte aumento de los flujos de refugiados hacia países que están al límite de sus recursos, los recortes presupuestarios de las agencias de las Naciones Unidas y a veces la falta de coordinación son factores que impiden que las poblaciones desplazadas puedan llegar a los niveles mínimos de bienestar, según denuncian las organizaciones humanitarias. La malnutrición se ha adueñado de los campos de refugiados, donde, en algunos casos, los adultos sobreviven con 200 gramos de trigo al día.

Las cifras estadísticas, por terribles que sean, se quedan cortas. Además de las poblaciones refugiadas (aquellas que han cruzado las fronteras de su país) existen grandes bolsas de desplazados interiores (los que huyen hacia otra zona de su propio país). Para ellos, el ACNUR y las demás organizaciones internacionales no tienen competencias legales, y su cuantificación resulta casi imposible.

Para el ACNUR, la solución preferible para los problemas de los refugiados es la repatriación voluntaria, que sólo puede producirse cuando en el país de origen existan las condiciones adecuadas de seguridad y de respeto a los derechos humanos. En el pasado, ACNUR llevó a cabo con éxito repatriaciones a gran escala, como la que se produjo en 1989 en Namibia, con el retorno de 43.0010 refugiados. "En 1992 trabajamos intensamente en Angola, Mozambique, Camboya y Afganistán. El retorno de 50.000 camboyanos desde Tailandia estará completado este año", explica la portavoz del ACNUR. Otros programas se topan con terribles barreras. "El estallido de la violencia en Angola ha dificultado mucho las cosas. El caso más preocupante es el de Afganistán, donde 75.000 retornados han huido de nuevo por los combates en la capital, Kabul, y donde han llegado en los últimos meses 60.000 refugiados desde Tayikistán".

Rayo de esperanza

El caso centroamericano introduce, en este sentido, un rayo de esperanza. Los progresos de los procesos de paz en Nicaragua y El Salvador han permitido este movimiento de vuelta. El 95% de los 40.000 refugiados salvadoreños y nicaragüenses que en 1989 vivían en Honduras en condiciones precarias y sometidos muchas veces al tratamiento arbitrario del Ejército, se ha acogido a las medidas de repatriación voluntaria. Costa Rica ha desmantelado también sus campos de refugiados, que albergaron a unos 30.000 refugiados nicaragüenses.

Guatemala es el último país de la región en integrarse a la corriente de la pacificación. Los 45.000 refugiados guatemaltecos en México (miembros de comunidades indias en su gran mayoría) empiezan a volver a casa.

El retorno masivo de los expatriados plantea serios problemas en los lugares de origen, como son el acceso a la tierra y su integración en la economía del país. El refugiado vuelve a unas comunidades empobrecidas y donde otros, en muchos casos, ya han ocupado su lugar.

Así, Nicaragua, exangüe después de tantos años de guerra civil, tuvo que soportar en un corto espacio de tiempo el retorno de unos 66.000 refugiados. Las Naciones Unidas pusieron en marcha un "proyecto de impacto rápido" para absorber a los retornados. Si no se soluciona de forma inmediata la integración de los repatriados, los asentamientos provisionales se transforman en permanentes: miles de personas se convierten así en refugiados en su propia tierra.

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