La dimensión social y democrática de Europa
Hoy, viernes 2 de abril, los sindicatos que conforman la Confederación Europea han convocado una serie de manifestaciones y actos en favor del relanzamiento de la economía continental, conscientes de que es el método más eficaz para luchar por la creación de empleo. En igual medida, la jornada pretende mostrar la solidaridad de los trabajadores en cuestiones de derechos sociales, y contra, la xenofobia y el racismo. Es evidente que términos como "paro" o "racismo" tienen en la actualidad una preocupante vigencia y, sin duda, una relación directa. Las recientes jornadas electorales en Francia explican, desde la frialdad de los porcentajes, la influencia de la situación económica en las alternativas políticas. Cuando el proceso de Unión Europea parece entrar en una fase tortuosa y compleja, la cuestión social, en su sentido más amplio, alcanza un papel esencial para tratar de superar la actual fase recesiva. En un mundo desarrollado en el que la interinfluencia es un condicionante indiscütible, las organizacione sindicales buscan mostrar la solidaridad multinacional.Hoy, 2 de abril, los trabajadores de Europa expresamos nuestras aspiraciones con un lenguaje común; unimos nuestras fuerzas por encima de las fronteras para luchar por un porvenir mejor; tejemos la solidaridad frente a las injusticias y discriminaciones, con independencia de latitudes geográficas de origen, del color de la piel de cada cual o de las creencias personales.Agrupados en torno a la Confederación Europea de Sindicatos (CES) nos movilizamos por el empleo, por los derechos sociales y contra el racismo y la xenonofobia. Desde Escandinavia hasta las Islas Canarias, de Este a Oeste, reclamamos una estrategia de desarrollo que cohesione a Europa en orden a superar las enormes diferencias entre unos países y otros; que frene la recesión y genere nuevos empleos, que mejore la calidad de vida y, preserve nuestro medio ambiente.
Una Europa social
Queremos una Europa social con equidad y justicia distributiva, ya que construir con cimientos forjados en la desigualdad y la injusticia es tarea ruinosa más pronto que tarde.
Necesitamos de una Europa más democrática que universalice los derechos a todos cuantos vivimos y trabajamos en el continente, que se gobierne desde la soberanía inalienable de sus ciudadanos y que promueva la democracia en todos los confines del planeta a los que todavía no ha llegado.
Sin estos tres vectores de fuerza en lo económico, en lo social y en lo político no se podrá configurar la unión europea. El actual estado de cosas es muy revelador al respecto.
Con las ortodoxas políticas económicas al uso no se previno, sino que se aceleró bruscamente, la depresión, y una vez en ella, persistiendo en los mismos esquemas de ajuste de la demanda y desregulación del trabajo dependiente, nos hundirnos cada día un poco más en la recesión económica y en el desempleo. Disponemos de mercado único desde enero (parcialmente), pero se impone el "sálvese quien pueda". Ni siquiera las esperanzas de recuperación se fraguan en el esfuerzo propio de los europeos y en los cambios que debemos realizar nosotros mismos, sino en permanecer expectantes ante los cambios ajenos (EE UU).
Hemos perdido una década por permitir que las finanzas cabalgasen a lomos de la economía real, y cuando se torna la mirada hacia la actividad productiva se hace escrudiñando todos los resquicios para abaratar el coste del trabajo y zafarse de bienes sociales que no son privilegios costosos de trabajadores' trasnochados, sino conquistas que nos convirtieron a todos en ciudadanos de sociedades avanzadas y base inestimable para un desarrollo de calidad y con futuro. Afanarse en las bajas retribuciones y en destejer la cobertura social no conduce a racionalidad alguna, sino a la disgregación del trabajo y al dumping social, elementos ambos contrarios a cualquier proyecto integrador y perturbadores de la convivencia social. Además, bucear mucho en la cicatería suele provocar ceguera y derroche a la hora de atesorar lo más valioso. Porque mientras se abunda en la competitividad salvaje entre socios se pierde la oportunidad de disponer racionalmente de las valiosísimas innovaciones tecnológicas, que incorporadas a los procesos productivos mejorarían la competitividad de las empresas fomentando un empleo mejor repartido y de más calidad; que es la fuente de riqueza primordial de las naciones industrializadas.
En suma, la disyuntiva está entre competir torpemente dentro de la casa común europea, disputándonos muebles y enseres, empujando a unos hacia el sótano y a otros directamente a la calle, esto es, destrozando el inmueble, o competir frente a terceros cohesionándonos previamente entre nosotros.
Finalmente, empeñarse en reprimir a quienes vienen a Europa buscando pan y trabajo desde el Magreb o desde cualquier otra región circundante no ha hecho más que reproducir las tensiones Norte-Sur en el seno mismo de los países comunitarios, encubar los más indeseables fenómenos de la historia de Europa e incitar xenofobias que minan las bases de la democracia.
Europa vive en un trance delirante, marcado por el fracaso de liberalismos incapaces de unirla ni aun en lo estrictamente mercantil que encerraba todo su europeísmo, y, sin embargo, sus más genuinas expresiones políticas, las derechas, van gobernando los países a cada nueva elección.
Es un proceso inquietante que desde nuestra autonomía sindical no podemos observar con indiferencia ni, mucho menos, con resignación. Es nuestra responsabilidad advertir acerca de los peligros que para el empleo, los derechos y el desarrollo de la democracia se derivan de este avance de la derecha, que apretará aún más las tuercas de la desregulación y la desprotección social. Es nuestra obligación responder con la movilización y la propuesta para demostrar que es posible hacer de Europa un lugar de prosperidad, de justicia, de solidaridad y un baluarte de las libertades democráticas.
Hoy, el movimiento sindical español se reafirma en su inequívoco compromiso con el futuro de Europa junto a los más de 45 millones de afiliados de la CES y los muchos más trabajadores que participan de su llamamiento, y al mismo tiempo lo hacemos convencidos de estar contribuyendo de la mejor manera posible a superar la singular gravedad de los problemas de nuestro país, con más de tres millones de parados. Singularidad acrecentada por la obcecación del Gobierno en mantener una pésima e injusta política económico-social y por la retardataría actitud de una cúpula patronal incapaz de gobernar otro espíritu que no sea el del litigio y la cruzada esperpéntica, frente a todo lo que signifique democratización de las relaciones industriales y renuentes a estimular el esfuerzo y la inversión en cuanto comportan el más mínimo riesgo. O sea, tenemos una organización patronal que refleja cualquier cosa menos la actitud emprendedora que justifica la razón de ser de los empresarios.
Encauzar el futuro
En este 2 de abril, los sindicatos europeos aportamos nuestras razones y nuestra fuerza para encauzar mejor el futuro de nuestros pueblos y la armonización entre ellos; decimos con claridad que la derecha ni en Europa ni en España nos deparan nada bueno por conocer, pero tampoco nos resignamos a continuar con lo malo conocido. Aquí aún estamos a tiempo de cambiar e impedir mayores retrocesos políticos, económicos y sociales; ahora corresponde a quienes todavía pueden demostrar la misma voluntad que estamos manifestando los sindicatos.
Antonio Gutiérrez Vegara es secretario general C. S. de CC OO.
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