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"Ya no me hace falta morir"

Pregunta. ¿Le molesta tanto consenso?Respuesta. No podría ser tan radical. Por la naturaleza profunda de quien ha identificado la propia vida con el espectáculo, que se expresa a través del espectáculo, es hermoso que sea precisamente Estados Unidos quien le reconozca sus méritos. Y que lo haga en el estilo ingenuo y lujoso, de circo y glamour del gran espectáculo que es la noche de los Oscar. Para mí, América y cine son la misma cosa. Mi simpatía por América es indomable: los hombres de mi generación, crecidos en las angustias de la educación fascista y católica, en la oscuridad punitiva de las prohibiciones, deben mucho al cine norteamericano, que constituía una enorme protección al representar la grandeza, la alegría, la aventura, la elegancia, la libertad del sueño.

P. ¿Y entonces?

R. A veces me he preguntado qué es lo que me impide afrontar la fiesta con buen humor, de corresponder al homenaje con gratitud; qué es lo que hace saltar ese mecanismo que tiende a ha cerme fugitivo, y que puede pare cer mala educación, arrogancia, ostentación y extravagancia. Sinceramente, ¿qué es? Quizá el abrazo te encarcela, te costriñe a darte cuenta de lo que los otros te obligarían a ser. Quizá es la tentativa de no dejar huellas, la necesidad de no ser identificado ni atrapado en las definiciones, de no ser reconocido. Quizá es un deseo de libertad, un modo para garantizarme un eterno re nacimiento. Frente a un acontecimiento que te encasilla, que te cataloga (eres así y asá, has hecho esto y aquello, y por eso te premiamos), es posible que una parte de mí no quiera aceptar que el asunto se archive; quiere ,seguir pensando que se puede empezar siempre, desde antes del nombre y del nacimiento.

P. ¿Le molesta la posibilidad de que le echen en cara obras, ideas o declaraciones del pasado, de ser cogido en contradicción?

R. Sería ridículo si a mis 73 años, tras haber trabajado toda una vida poniéndome en el rostro tantas máscaras sucesivas, no me viese con contradicciones; de cualquier modo, podría siempre reivindicar la coherencia de lo incoherente.

P. Esta desazón en las celebraciones, ¿la ha notado siempre?

R. Ya desde niño huía de las fiestas, sobre todo de las onomásticas y cumpleaños en los que era protagonista. Me encerraba en el retrete para no soplar las velitas, para no tener que complacer a padres y familiares, para no tener que recitar un parte de circunstancias, para no ser como ellos esperaban que fuese. Permanecía encerrado durante horas enteras, llamado en vano por la voz ronca de mi padre detrás de la puerta.

Incredulidad

P. ¿Hasta una ceremonia como la primera comunión le hacía huir?R. No, aquella me producía un sentimiento de incredulidad: vestido como un marinerito y cubierto de brillantina durante horas por las tías, con la cinta blanca sobre la frente, el sonido del órgano, el cura, los compañeros de la escuela convertidos en muñecos como tú, te sientes como aspirado y envuelto en papel antiguo. Semejantes episodios los vives protegido y aplastado por un sentimiento colectivo: son ceremonias anticipadamente mitificadas, como la Navidad o Pascua, dotadas de una tradición milenaria de inmutabilidad.

P. ¿Y el matrimonio?

R. El mío no tuvo la fascinación escenográfica clásica, gastada por lo ya vista. Estábamos en guerra, y los alemanes ocupaban Roma. En el mismo portal de la casa de la tía de Giulietta Masina vivía un obispo que aceptó celebrar el matrimonio en su casa, en su capilla doméstica. Asistieron poquísimos amigos; pero en casos semejantes es el ritual religioso el que te guiaba a través de una serie de frases, de sonrisas y de guiños de ocasión.

P. ¿Y los premios?

R. En el momento en que recibes la noticia sientes satisfacción, una sorpresa alegre. Debería acabar ahí. Cuando supe que Las noches de Cabiria había logrado el Oscar pensé: cómo sería de bonito si llegase uno en taxi de noche, se parase un momento, abriese la puerta del coche, le entragaran el Oscar y desapareciera en la niebla.

P. ¿De verdad no es vanidoso?

R. Hasta los pollos son vanidosos, basta ver cómo andan. La vanidad es inseparable del hecho de existir. Pero mi vanidad más profunda está continuamente apagada y gratificada por lo que hago, por la actividad del creador.

P. ¿Cuáles son los trucos más frecuentes que ha usado para huir de festejos y premios?

R. Todos. Todos los posibles. He tenido tantas piernas escayoladas que debería ser un ciempiés. Y después accidentes, madre enferma, tobillo dislocado en el aeropuerto, ataques improvisados de vértigo y de corazón. Reconozco esta vocación mía de payaso, llevada a cabo para no desilusionar demasiado, para no hacer sufrir a los demás. A veces por la fuerza de la mente, que manda en el cuerpo, me dan de verdad fiebres altas, males misteriosos. Pueden ser también una compensación al sentido de culpa que siento por haber mentido, un modo de absolverme.

Resentimiento

P. ¿Tanto le disgusta mentir?R. Es que gasto mucha energía en el intento de complacer a los otros, de no desilusionar, de parecer una persona responsable. Es hasta excesivo, a mi edad, temer tanto el resentimiento de los otros. Me esfuerzo por ser amable, pero creo que no lo soy. Mi esfuerzo sirve para crear en torno a mí zonas de tranquilidad y de silencio, en las cuales poder permanecer en paz. En las citas soy puntualísimo, llego incluso antes porque espero siempre que el otro no venga regalándome una libertad imprevista. Llego antes para gozar de un tiempo vacío justificado, hasta cierto punto acumulable al tiempo transcurrido que te permite irte si el otro llega con retraso o no llega. Entonces te encuentras sin saber qué hacer, en un momento de pura existencia que se asemeja a la felicidad.

P. El Oscar premia su carrera, pero desde hace tres años no consigue producir una película.

R. Ah, este estribillo constante que en buena fe reprocha alguien (¿pero quién reprocha, el cine, Italia, un ente supremo?) de por qué yo no trabajo. Verme como una víctima me fastidia, y es equivocado. He recibido en estos tres años todos los ofrecimientos posibles: soy yo el que digo que no, el que no colabora. Pero, como estado de ánimo, trabajo siempre, estoy siempre pensando y preparando un filme, estoy siempre en Cinecittá... La verdad es que me gustaría divertirme haciendo otra película.

Copyright La Stampa.

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