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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Parar el sida

LA NUEVA campaña informativa para la prevención del sida puesta en marcha por el Ministerio de Sanidad no puede ser más oportuna y acertada. Oportuna porque llega en un momento en que se había producido un peligroso relajo en los indicadores de alerta -personales, sociales, sanitarios...- frente al insidioso avance de la enfermedad, como se señaló en el II Congreso Nacional sobre el Sida, celebrado a principios de este mes en Bilbao. Y acertada porque hace hincapié en que el riesgo de contagio afecta a todos los estratos sociales sin excepción, como igualmente se puso de manifiesto en el citado congreso.

Vamos a parar el sida, denominación con que se presenta la campaña, expresa bien el momento psicológico y sanitario que sí vive. De un lado, es poca toda insistencia en la necesidad de un comportamiento sensato y bien informado del ciudadano para vencer a la enfermedad. De, otro, ninguna política responsable de salud pública puede dejar de señalar a los ciudadanos los medios de prevención existentes para contener su expansión. De ahí que sentencias como la que acaba de declarar nula la anterior campaña de prevención frente al sida, la denominada Póntelo, pónselo, constituyan, además de una regresión jurídica, un boicoteo de la labor que se viene realizando desde diversos frentes -institucionales y privados para mantener a raya su impulso expansivo.

Declarar legalmente nula la mencionada campaña porque presentó el preservativo como un medio seguro frente al contagio del sida por vía sexual en lugar de señalar que sólo la abstinencia sexual, o la fidelidad de la pareja, elimina por completo el riesgo de infección tiene más de proclama moralista ultramontana que de pronunciamiento jurídico. El argumento de que tal campaña vulnera el derecho constitucional a una información veraz es forzado y parcial, además de desconocer fragrantemente valores básicos como la libertad del individuo, el derecho al libre desarrollo de su personalidad y el deber de la Administración de tutelar la salud pública a través de medidas preventivas.

La abstinencia sexual o la fidelidad en la pareja son opciones de comportamiento personal que no pueden imponerse como regla de conducta general frente al riesgo de contagio del sida. Los poderes públicos deben fundamentar sus políticas de protección de la salud en opciones abiertas que puedan ser asumidas por toda la sociedad. Y entre las varias profilaxis que pueden prevenir la propagación de una enfermedad de transmisión sexual, el preservativo es una ¿te las más eficaces. De ahí que sea un elemento indispensable en toda campaña de prevención del sida -sea a nivel internacional o nacional-, pese a haberse ganado la enemiga de cuantos siguen empeñados en atribuir al acto sexual una finalidad exclusivamente procreadora. El preservativo ha salido de su oscura y vergonzosa existencia y, se quiera o no, ha pasado a ser un elemento esencial de la vida cotidiana y, garantía de una sexualidad libre.

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