Ciclo Brahms de la Fundación Caja de Madrid

La segunda y última actuación de Lorin Maazel, Horacio Gutiérrez y la Sinfónica de la Radio de Baviera para el ciclo Brahms constituyó un nuevo triunfo para todos.La verdad es que los muniqueses pueden sentirse orgullosos en materia musical: poseen dos magníficas orquestas -ésta de la Radio y la Filarmónica-, tienen consigo dos batutas tan importantes como las de Celibidache y Maazel, y una ópera ejemplar en su funcionamiento y en !u programación.

Los instrumentistas de la Radio de Baviera son, colectiva e individualmente, de todo punto admirables. Poseen además un entusiasmo, una capacidad de entrega, que electriza sus versiones y las hace fuertemente comunicativas. Más aun cuando están regidas por el pensamiento y la técnica de un maestro como Lorin Maazel, que se encuentra hoy en el punto justo de madurez: aquel en el que la juventud toda vía no ha vuelto su espalda.

Entre el primer y el segundo concierto para piano de Brahms transcurren más de 20 años, pero la personalidad del compositor evoluciona dentro de su propio estilo. Más que evolucionar, profundiza, lo que implica para el intérprete que lo aborda mayores dificultades estrictamente musicales y más agudizada inteligencia. El virtuosismo, aun existiendo, es menos evidente, más enteramente puesto a los pies del pensamiento musical que en el primer concierto. La versión del cubano Horacio Gutiérrez, pianista que sabe crear un sonido propio y bello, fue excelente, pero impresionó menos a la audiencia, quizá porque ese algo más" que la obra conlleva no llegó a reflejarse con exactitud en el solista, siempre bien orientado e impostado en el sonido orquestal que Brahms utiliza en actitud de poder a poder.

La Sinfonía número 2 en re mayor volvió a sumergirnos en la más alta calidad musical. Maazel hizo, otra vez, una versión verídica y personal de Brahms concebida desde su inequívoca naturaleza de artista. Habría que señalar, a modo representativo, los magníficos solos del oboe y del violonchelo, pero también la grave densidad de las cuerdas, la dulzura de los clarinetes, pero al fin acabaríamos por donde hemos empezado: la exaltación de una orquesta magnífica como es la de la Radio de Baviera.