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Entrevista:Giuliano Amato | Presidente del Gobierno italiano

"Guío una nave que no se sabe adónde va"

Xavier Vidal-Folch

Pregunta. ¿Es usted el último jefe de Gobierno de la primera República o bien el primero de la segunda?Respuesta. Me planteé esa pregunta el día en que el Gobierno fue presentado al Parlamento. Mi respuesta fue que Italia estaba y está atravesando una fase de transición. Y yo estoy dirigiendo el Gobierno en esta fase. Concluí que la respuesta a esa pregunta debería darla la historia.

P. Nueve meses después ya debe de tener una impresión más concreta.

R. La respuesta es la misma hoy que entonces. Con la conciencia de que muchas de las cosas que he realizado, y muchas de las características que tiene el Gobierno, pertenecen a lo nuevo. Porque si uno de los principales defectos de lo viejo era la enfermedad de los partidos, que se habían apoderado del aparato institucional, perdiendo así sus raíces, y en consecuencia eran percibidos más como poderes que como la voz del pueblo frente al poder, mi Gobierno ha trabajado mucho contra esta enfermedad. No podía enraizar nuevamente a los partidos en la sociedad, pero podía expulsarles de las instituciones. Y esto lo he hecho.

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P. Usted ha planteado una "solución política" para sanear la vida pública y acabar con la corrupción.

R. Cierto. Yo no he creado todo lo nuevo. Sólo he aportado una contribución, algo más modesto aunque sea útil. No basta la acción del poder para el cambio. Se precisa una acción más amplia, que depende de los ciudadanos, de los partidos, del Parlamento. Necesitamos una nueva ley electoral, y ésta debe hacerla el Parlamento.

Si continuásemos votando con la ley electoral vigente produciríamos solamente fragmentación, y no Gobierno. Urge un recambio de buena parte del personal político. La llamada cuestión moral apunta sobre todo a esto. Naturalmente que el recambio es una fuerza hacia lo desconocido.

P. Pero antes de la ley electoral está el problema de la ley del perdón que ultima esta semana su Gobierno para los políticos envueltos en irregularidades. ¿No resultará discriminatoria respecto a los ciudadanos implicados en otro tipo de delitos?

R. Se equivoca totalmente Ésta no será una ley de perdón.

P. En la propuesta de esta ley late una distinción peligrosa: entre quienes han cometido irregularidades formales y quienes se han lucrado.

R. Yo nunca lo he dicho, aunque sí otros. Son muchos en Italia los que piensan que entre delitos graves como la corrupción y el simple de la financiación ilegal del partido hay una diferencia sustancial. Y que la financiación ilegítima del partido, como otras irregularidades cometidas por otros ciudadanos, como usted dice, pueden ser castigadas por vía no penal. Yo no he expresado esta opinión, pero se la explico.

P. Pero usted tiene su opinión, incluso como jurista.

R. Cuando el Gobierno haya tomado una decisión al respecto, la explicaré.

P.¿Son tantas las divergencias en el Ejecutivo que le impiden opinar? .

R. No es eso, es que estamos trabajando sobre esta cuestión.

El Gobierno se está formando una opinión.

P.¿La idea es que sin esa solución política toda la clase dirigente italiana, políticos y empresarios, tendrá que ir a la cárcel?

Uno es la posibilidad del encarcelamiento preventivo, siempre posible en, el curso de un proceso: depende del, criterio de los jueces a la hora de buscar pruebas. Si al concluir la instrucción de esos procesos habrá o no pruebas suficientes para condenar a la cárcel o a otras penas, eso ya no lo sé.

P. La opinión pública es tajante sobre la existencia y gravedad de la corrupción.

R. La opinión pública es muy, muy dura. Y lo es justamente, a mi parecer, porque los episodios de corrupción registrados están tan ramificados y difundidos que han sorprendido a todos, incluso a quienes sabían que había financiaciones complementarias a las previstas por ley. Se comprende la indignación popular.

Pero eso no debe llevarnos a considerar culpables a quienes únicamente están siendo investigados. Sólo están bajo sospecha.

P. El sistema de financiación se hunde. Parece incluso que toda la vida política italiana se derrumba.

R. No creo que se derrumbe toda la vida política. La política italiana es como un cuerpo humano atacado por un cáncer que ha provocado múltiples metástasis: la operación quirúrgica es díficil y devastadora. Pero no necesariamente todo el cuerpo está completamente enfermo. Italia atraviesa uno de esos momentos en que una democracia, si es fuerte, consigue emplear instrumentos democráticos para sobrevivir.

P. Pero tras la ley de perdón, semiamnistía o como la llamen...

R. ¿Por qué siempre me plantea peros?

P. Porque así es más fácil expresar las dudas. Después del saneamiento habrá que encontrar un nuevo sistema de financiación. Los políticos franceses se autoamnistiaron y sin embargo se han reproducido en Francia las irregularidades.

R. No somos tan cándidos como para pensar que una ley que acelere los procesos, que es lo máximo que pretendemos, pueda resolver por sí sola un problema tan gigantesco, sin una nueva ley electoral, sin una nueva ley de financiación de los partidos, sin nuevos controles sobre la Administración, sin códigos deontológicos para políticos y funcionarios. Sin todas esas medidas, un sistema enfermo no recuperará la buena salud.

P. Menudean en Europa los partidarios de financiar los partidos a la americana. Donaciones, las que sean; pero con transparencia total. ¿Está la cultura empresarial europea en disposición de afrontar esa transparencia?

R. Buen tema. Nosotros resolveremos el problema en la nueva ley prohibiendo totalmente las contribuciones de las empresas a los partidos. Solamente podrán hacerlo las personas fisicas.

P. Todas estas reformas, si se aplican, supondrán la jubilación de la mayor parte de la clase política.

R. Pienso que sí. En el fondo, la solución a todos estos problemas es lo que ustedes llaman el cambio. La dificultad italiana en este momento es que no se sabe muy bien quién podrá ser el protagonista del cambio. No me refiero a la persona concreta, sino a la fuerza política.

P. Ese cambio implicará una mutación esencial en el mapa de los partidos.

R. Ése es el mayor problema.

Existe un fenómeno de creciente inestabilidad política en toda Europa. Todos los partidos que gobiernan atraviesan dificultades: en España, Francia, Reino Unido, Alemania, Grecia, quizá con la excepción de Portugal. En Italia estas dificultades de los partidos del Gobierno han creado una absoluta incertidumbre sobre quién gobernará dentro de dos años. Hoy me decía Mario Soares que quizás el camino de Italia sea la avanzadilla de otros procesos europeos..

P. ¿Cuál es su fórmula para reformar el sistema electoral?

R. Personalmente soy favorable al sistema mayoritario a dos vueltas, como en Francia, pero eso exige una gran disminución del número de diputados, porque si no, si tuviésemos que elegir con colegios uninominales 630 diputados como ahora, tendríamos colegios demasiado pequeños y eso daría lugar a un localismo peligroso. Si se mantiene el número de diputados lo adecuado sería un equilibrio

entre una parte con colegios uninominales mayoritarios y una parte proporcional.

P. ¿Ese planteamiento concitará consenso?

R. Creo que sí, porque los tres grandes partidos, los democristianos, socialistas y el PDS [ex comunista], están más o menos de acuerdo.

P. ¿Se recuperará con ello el consenso social, la legitimidad del sistema en su conjunto?

R. Sí, se recuperará. La nueva ley electoral es básica para ello. Hoy, los ciudadanos apenas se reconocen en nosotros, que hemos sido elegidos mediante el viejo sistema. Probablemente se reconocerán más en personas elegidas con otro método. Si se piensa en la legitimación del sistema, la nueva ley electoral es la pieza maestra de todo el programa de medidas que he resumido.

P. Los intelectuales se debaten entre calificar el proceso italiano de revolución -sin revolucionarlos- o de transformación profunda. Todos exigen una gran renovación.

R. Yo palpo que este cambio profundo está en marcha. Por eso es dificil guiar la barca, porque no se sabe exactamente a qué puerto debe llegar. Nuestros comentaristas están aún más agitados: a veces, para vender el producto, el periódico, algunos caen en la tentación de poner una mayúscula de más.

P. En cualquier caso, es dificil protagonizar un cambio desde un Gobierno débil.

R. ¿Débil?

¿Por qué?

P. Porque ha debido afrontar mociones de censura, rebeliones sindicales, remoción de tres ministros en el último mes, porque no ha podido remodelarlo con el procedimiento que usted deseaba -dimisión de todos- sino obligado por la óptica de los intereses de los cuatro partidos (democristiano, socialista, socialdemocrático y liberal) que lo componen.

R. He conocido Gobiernos mucho más débiles. Este Gobierno ha conseguido hasta hoy cumplir íntegramente su programa. Ha hecho cosas difíciles, ha topado con enormes obstáculos. Y todavía estamos aquí.

P. No ha cumplido, por ejemplo, el programa de privatización de empresas públicas.

R. Pero no diga eso. Lo estamos haciendo. La señora Thatcher, que gobernó con una mayoría absoluta en el Reino Unido y se ganó el apelativo de la dama de hierro, empleó 12 años para materializar las privatizaciones.

P. En su caso, sus motivaciones son más técnico-económicas -para reducir el déficit- y políticas -diluir las bases de la corrupción- que ideológicas.

R. Desde luego, mis privatizaciones para nada reflejan la ideología thatcheriana. Sólo digo que estas operaciones, una vez decididas, requieren bastante tiempo para ejecutarse. Además, hemos aterrizado en el mercado en una coyuntura más dificil. El mercado financiero vive una fase de escasísimas disponibilidades. Si yo hubiese puesto a la venta hace dos años el Crédito Italiano, probablemente lo hubiera vendido en dos meses. Si todavía no he conseguido venderlo es por culpa de las condiciones del mercado y no de un retraso que me sea imputable.

P. Y también por las divergencias en el Gobierno: el ministro de Industria, democristiano, se ha opuesto a ese programa.

R. Ciertamente hay posturas opuestas a las privatizaciones.

Pero lo que cuenta son los hechos. El Crédito Italiano se ha puesto a la venta. Quien gestiona esa venta sólo ahora está a punto de encontrar comprador. Requiere tiempo. En cuanto a nuestra motivación, ésta consiste en el reforzamiento de la industria nacional italiana. No la industria pública, sino la nacional. Los resultados de la venta del Crédito Italiano, por seguir con ese caso, no irán a cubrir el déficit presupuestario público, sino que se dedicarán a reforzar otros sectores productivos.

P. Su Gobierno ha tenido el coraje de hacer, desde la debilidad, un presupuesto muy austero para 1993. ¿Cómo se está ejecutando en los dos meses transcurridos?

R. Insisto en que el Gobierno no es débil, sino de mayoría exigua. El presupuesto por ahora está funcionando. Mi temor consiste en que la recesión, mucho más grave de lo que se previó hace seis meses, probablemente determinará una reducción de los ingresos. Los ingresos se calcularon con un crecimiento del PIB del 1,5% para 1993 y la previsión actual disminuye el crecimiento al 0,5%.

P. Tenían previsto volver al Sistema Monetario Europeo (SME) a final de 1992.

R. Lo condicionábamos a dos requisitos: la culminación del ajuste financiero interno y la estabilidad del SME.

La primera condición se ha cumplido, pero no la segunda, como lo demuestran las especulaciones y las devaluaciones sufridas por otras divisas en los últimos dos meses. Actualmente, no preveo el retorno de la lira al SME antes de las elecciones francesas: espero que después volverán las condiciones de estabilidad.

P. Si retrocediésemos a otoño, ¿no hubiera preferido otra alternativa a la salida de la lira del sistema, dados los costes que ésta supone para la financiación del déficit público?

R. Cuando decidimos devaluar respecto al marco, otros -y no me refiero a España- deberían haberlo hecho también. En aquel momento Italia no se equivocó. Fueron otros los que erraron.

P. La eurofobia que se extiende por algunos de los 12 Estados miembros de la Comunidad Europea no parece tener caldo de cultivo en Italia, pese a una situación económica más complicada.

R. Tiene razón. Italia figura entre los países más europeístas, no sé si el que más. Pero temo que si Europa no consigue comprometerse más en la lucha contra el desempleo y por el crecimiento económico perderá amigos incluso en Italia. En esta fase de crecimiento del paro en casi todos los países europeos, bastantes ciudadanos se preguntan: ¿Qué hace Europa para que yo mantenga mi empleo? ¿Sólo construye el SME, y lo hace mal? Éste es un riesgo para Europa.

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