Idioma pernicioso
A mi amigo, el doctor Raúl Ávila, del Colegio de México.Como el año pasado se conmemoró el V Centenario de la llegada de los españoles a América, y oficialmente se le quiso dar un aire de festiva celebración, no pudo trascender un formidable estudio realizado por el doctor Leonardo Zúñiga, experto en patologías hereditarias y enfermedades degenerativas. Me refiero a la demostración de que el idioma castellano fuerza de un modo antinatural las cuerdas vocales de los nativos de nuestro continente y los vuelve propensos a una gama enorme de enfermedades que van desde la laringitis y las caries hasta el mortal cáncer de garganta.
En uno de los pasajes más diáfanos de su investigación, el doctor Zúñiga muestra cómo el sonido interdental con el que los españoles pronuncian la c o la z, a nosotros, de haberlo mantenido, nos habría provocado, como a los fumadores de pipa o a los primeros mexicanos bilingües, cáncer en la lengua: "Nuestra anatomía es tan sabia", dice el doctor Zúñiga, "que nos obligó a transformar la peligrosa fonética castellana de la c y la z en s, y así decimos sielo, sanahoria, etcétera".
El descubrimiento del doctor Zúñiga, me lo dijo él mismo, no sólo encontró obstáculos en las esferas oficial y académica, sino en su propia casa, ya que su hoy ex esposa, doña Pilar Suárez, con quien había compartido la vida durante casi medio siglo, le pidió el divorcio: "Una madrileña", recordó textualmente el doctor Zúñiga, "no puede mantenerse casada con un hombre que se ha propuesto desprestigiar el castellano".
Soy respetuoso de las personas y de las opiniones, pero mi ética de periodista me obliga a decir que nada hay más lejano de los deseos del doctor Zúñiga que criticar una lengua que ha permitido obras como El Quijote, Pedro Páramo o Cien años de soledad; lo que ocurre, simplemente, como el mismo doctor Zúñiga repite, es que nuestros movimientos linguales, resultado de pequeñas diferencias fisiológico-anatómicas, deter- minan que sonidos como tla o tl, que aparecen en los vocablos: Tlatelolco, Tlalpan, Tlaxcala, Quetzalcóatl, náhuatl, etcétera, son más saludables para nosotros, y que no es casual que los españoles, cuando se hallan con una t al final de una sílaba, como en las palabras atmósfera y ritmo, convierten esta t, que es una consonante dental, oclusiva y sorda, en una d fricativa, y pronuncien de hecho admósfera y ridmo. "Si los españoles hubieran sido conquistados por nosotros y obligados a adoptar alguna de nuestras lenguas nativas", dice el doctor Zúñiga, -habrían enfermado a la larga, como hemos enfermado nosotros por hablar un idioma contrario a nuestra autoctonía fisiológica.
Esto no le quita al castellano su belleza, alude únicamente al daño objetivo que nos acarreó su imposición".
Y, en efecto, resulta impresionante leer la larga lista de enfermedades que el doctor Leonardo
Zúñiga ha identificado de manera sistemática como producto del habla del castellano: al raspamos constantemente la garganta con los sonidos propios de este idioma, pelamos nuestras amígdalas, lastimamos nuestras adenoides y de esta manera nos convertimos en un campo de cultivo perfecto para toda clase de gérmenes patógenos.
.El Idioma, castellano es, por tal razón, la causa de que nuestro continente, el americano de habla hispana, ocupe en la actualidad el primer lugar mundial en casos de faringitis. La relación exhaustiva de las enfermedades provocadas por la fonética castellana podrá ser consultada por el lector en la obra Los males del castellano, que próximamente publicará el doctor Leonardo Zúñiga.
Es por otra parte una lástima que tan importante descubrimiento no haya recibido alguno de los millonarios estímulos institucionales con los que, a lo largo de las celebraciones del descubrimiento y la conquista de América en 1.992, se fomentaron tantos trabajos que se ocupaban de algún aspecto de esta efemérides histórica, y es igualmente una lástima que este valioso esfuerzo haya roto el cosmos familiar de un hombre dedicado al conocimiento. Ojalá que la edición del autor, que aparecerá en un plazo breve, compense de ello al eminente doctor Zúñiga.
Babelia
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