Recuerdos inseguros

El baile

Edgar Neville. Intérpretes: Cristina Higueras, Joaquín Hinojosa, Tony Isbert. Escenografía: Tony Cortés. Vestuario: José María García Montes. Dirección: Jaime Chávarri. Centro Cultura] de la Villa de Madríd. 25 de febrero.

El baile se estrenó en 1952; los que sobrevivimos teníamos cuarenta años menos, y yo, al ver esta reposición, no puedo evitar un estado de ánimo que podríamos llamar nostálgico, de forma que no sé si la memoria, con sus traiciones y enormes huecos, y los falsos rellenos de esos huecos, conserva una realidad de entonces, o lo que vi era otra cosa de lo que recuerdo. No puedo evitar tampoco las comparaciones, con toda su injusticia, sea objetiva o subjetiva; quiero decir que no puedo dejar de considerar esta reposición aisladamente, y me parece mucho peor. No debe ser razonable, porque también la obra me parece peor que entonces, y es la misma. No sé si Conchita Montes era tan brillante como la recuerdo y tenía el halo con que evoco su imagen elegante y humorística y tierna, y si Rafael Alonso y Pedro Porcel tenían la minuciosidad sentimental, el sentido de la frase, la emoción con que les oigo en la memoria cansada. Sí creo que la escenografía era entonces más rica, más sólida, más adecuada. Me pasa que con estos actores, a quienes estimo mucho profesionalmente, con Cristina Higueras, que es una actriz que pretende y consigue ir en su trabajo mas allá de su atractivo, y con Tony Isbert y Joaquín Hinojosa, tan probados como buenos intérpretes, no encuentro ni siquiera aquello que creo que encontré entonces, y que tal vez no fuese tan interesante como lo recuerdo ahora. Como la culpa parece ser mía, lo digo antes de nada.Estamos en plena época de resurrecciones: hay una vuelta en el camino para encontrarse con el teatro de ese pasado, entre cuarenta y sesenta años, y buscar en él lo que parece que los productores y los directores de escena no encuentran en el de hoy. No estoy seguro de que todo el teatro de entonces y de España, tan apretada en circunstancias especiales, censuras, formación específica de la burguesía que acudía al teatro, formas del humor que lo buscaban en una ingenuidad de sus hombres y sus mujeres escénicos, merezca la pena; algunas obras se ve que sí, y resisten bien. Otros se desvanecen sin pena ni gloria. Deseo, por quienes trabajan aquí -incluyendo al director, Jaime Chávarri, que viene del cine y en él sigue, que ésta sea de las que prenden. Ofrecen también una posibilidad de estudio o de análisis sobre la época. Puede que Neville -cosmopolita, viajero, diplomático, con su buen tiempo de republicano y su penetración social en el cine que hizo- fuese uno de los autores más avanzados. La forma en que aborda el trío amoroso, las declaraciones sobre la independencia de la mujer respecto del marido y su valor como persona sola estaba más allá de la época (española). Tremendamente atrasada con respecto a la nuestra. Y es que cuarenta años, en estos tiempos de aceleración histórica, son muchos más, son como siglos.