"Ningún director español me ha requerido", dice Philippe Noiret
El actor se define como intuitivo y poco adicto al trabajo
Apasionado, bromista, bon vivant. Philippe Noiret se autodefine como un actor intuitivo y poco adicto al trabajo. Ha ganado ya todo lo que se puede ganar en su oficio, desde el respeto de público, y crítica hasta el Félix al mejor actor eu ropeo. Sus trabajos para Bertrand Tavernier, Mario Monicelli, o Giuseppe Tornatore, han hecho de él uno de los mayores intérpretes del cine europeo. En Barcelona, donde estuvo ayer, se lamentó: "No he trabajado con directores españoles porque nunca me han requerido".
El mismo Noiret adelantó una irónica respuesta a esta ausencia de requerimiento: "Tal vez sea cierto que cobro mucho". Lo es: según estimaciones recientes, Noiret cobra lo mismo que Catherine Deneuve, más de tres y menos de cinco millones de francos... Más de 70 millones de pesetas por película, en todo caso.Philippe Noiret (L'Ille, 1931) pasó por Barcelona invitado por Ángel Casas para su programa televisivo. Noiret se define a sí mismo, tras más de 80 películas y unos cuantos años como actor teatral, como un actor intuitivo y con escaso gusto por el trabajo. No desdeña el elogio. Alabado por la habitualmente circunspecta crítica británica por su actuación en La vida y nada más de Tavernier, respondió sentirse halagado de la comparación con Laurence Olivier y reconoció que "una buena crítica siempre es mejor que una patada en el culo, como decía mi padre".
Noiret tiene justa y merecida fama de actor que ayuda a los realizadores noveles. "Es muy interesante trabajar con debutantes... aunque no siempre", afirma jocoso. Su currículo profesional, no obstante, señala a las claras que no se equivoca en la elección de estos cineastas: su contribución fue fundamental a la hora de apadrinar al propio Tavernier, cuyo debú, El relojero de Saint Paul obtuvo un extraordinario reconocimiento de crítica y público. "Decidí aceptar el papel principal contra la opinión de todo el mundo, porque me encantó el guión de Jean Aurenche y Pierre Bost, y Bertrand me pareció, desde el comienzo, un hombre muy simpático".
Un rodaje divertido, un papel atractivo para él y un director en quien confiar son las razones que mueven a Noiret a participar en un filme. "He hecho ya suficientes películas como para ganarme el derecho a elegir: en realidad, hace ya 20 años que elijo. Cuando empece en el cine, en 1956, aceptaba cualquier cosa y por dos razones: para aprender el oficio y para alimentar a mi mujer, mi hija y mis caballos. Ahora por fortuna es distinto", dice.
Y no le duelen prendas al reconocer que en alguno de sus papeles iniciales estaba "horrible". Por ejemplo, en La pointe courte, que era el debú suyo y de la realizadora Agnes Varda: "Yo creía que como ya entonces medía 1,85 metros era una especia de Gregory Peck. Me equivocaba: "En la película hay un travelling en el cual aparezco todo el tiempo de espaldas. Cuando vi las primeras tomas me di cuenta que no me parecía a Peck, sino a un oso, y que además caminaba como un pato".
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