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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Europa común

Nilda Fernández

Nilda Femández (voz y guitarra), Alejandro Barcelona (acordeón), Stefano Genovese (piano), Jean-Luc Peiliton (armónica y clarinete), Giovanni Pietro Cremonini (contrabajo) y Pascal Rollando (percusión). Sala Morocco. Madrid, 4 de febrero.

Tiene apellido de raíz hispana y nombre de mujer: Nilda, casi un anagrama del Daniel con el que le bautizaron sus padres. De tiempos remotos procede la creencia de que el destino de un hombre está ligado a su nombre, razón por la cual un iniciado cambiaba el suyo como aún hoy sucede en órdenes religiosas. Parece, pues, que la ambigüedad sexual de su nueva personalidad pública marca el devenir de quien grabó un primer disco en 1981 como Daniel Fernández y abandonó el negocio del espectáculo para renacer 10 años más tarde convertido en Nilda Fernández.

"Madrid, Madrid / ciudad de reyes con tanta fiebre por tus calles me voy a acordar de ti". Fernández cantó por primera vez en la capital esa canción que le ha abierto los corazones de Francia -fue elegido revelación masculina del pasado año- y que también debería proporcionarle cierta popularidad en la tierra que le vio nacer hace 35 años; una España que este hijo de emigrantes desea encontrar como quien busca a la madre que un día le abandonó.

Nilda Fernández, del que en los próximos días se edita su primer álbum en el mercado español, ofreció durante cerca de una hora letras en castellano y francés -algunas incluso bilingües-, vehiculadas por estilos musicales heterogéneos, y servidas por una voz aguda que da la impresión de estar a punto de quebrarse y que, sorprendentemente, sale de la garganta de una persona que cuando habla parece afectada por una afonía galopante.

No todas sus composiciones poseen la misma garra, pero Nilda Fernández, que ha sido pintor de brocha gorda, profesor de español, payaso en obras infantiles y ha escrito dos novelas, sabe muy bien lo que se hace sobre un escenario, donde igual se marca un rock and roll o un tango que se arranca con un poema de Machado. El grupo puede transformarse, según las necesidades, en combo latino, conjunto de pop o quinteto jazzístico, a pesar de que el acordeón omnipresente confiere a sus baladas un aire de tristeza entre parisina y bonaerense. Al final interpretó La vie en rose, una de esas canciones que derriban fronteras y crean lazos profundos entre muchos europeos.

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