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Salzburgo recupera a Mozart

Los Festivales de Invierno estrenan 'Lucio Silla'

Sin japoneses ni americanos, en el ambiente exquisito y entendido de los Festivales de Invierno, con un público mayoritariamente austriaco y centroeuropeo, Salzburgo ha vuelto a Mozart, con Lucio Silla, tras sus felices y recientes incursiones en Strauss, Janacek o Boulez. Un nuevo Mozart es en Salzburgo una prueba de fuego, sobre todo si desafía convencionalismo como en esta ocasión. La Camerata Académica Mozarteum ofreció a un Mozart más humano de lo habitual.

Lucio Silla es obra de juventud. Posee, no obstante, páginas de gran hermosura. Se seleccionó un plantel de cantantes jóvenes, de los cuales algunos asombraron, como la norteamericana de 27 años, Susan Graham, un modelo de delicadeza canora, capaz de llenar de emoción cada instante de su personaje hasta alcanzar un clima de serenidad escalofriante en el aria Pupille amate, del tercer acto. Liaba Orgonasova, no respondió, sin embargo, a lo que de ella se esperaba, ni técnica ni expresivamente.El elenco vocal persiguió antes la frescura que la redondez, la calidez que la perfección. Las intenciones eran claras: ofrecer un Mozart más humano de lo habitual. Oír y ver. Siete cuadros componían la propuesta escenográfica del pintor norteamericano Robert Longo. En ellos se conquistó la dimensión vertical del escenario, bien a través de rampas en diagonal (fragmentos de carreteras en paisajes de suburbio), escaleras (quizá una obligada necesidad no del todo coherente en la unidad estilistica) o espejos rotos entre los que se filtraba una felicidad perdida.

Tanto el ritmo escénico organizado por Peter Mussbach como la utilización de las luces de Max Keller posibilitaron una mezcla de realidad interior con lenguaje, de Mozart con las cloacas de una civilización ruda y sucia. Con este enfoque moderno, el director musical, Sylvain Cambreling, se convirtió en el motor de la representación. Fue la suya, dirigiendo a la estupenda Camerata Académica de Salzburgo, una visión fogosa, de gran energía, viva en los tempi, espesa de sonido acentuada en lo dramático, y dejando siempre respirar a las voces.

Dicen que en la primera representación hubo más de 20 minutos de encendida división de opiniones entre el público, sobre todo a propósito de la puesta en escena. No fue así en la que yo presencié (30 de enero), culminada con un éxito rotundo y unánime. El Festival de Salzburgo da así otro paso adelante en su dimensión de proyecto cultural.

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