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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los riesgos del proteccionismo

POCOS DÍAS después de la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, surge el primer conflicto con la Comunidad Europea, su principal socio comercial. La imposición de penalizaciones por el Departamento de Comercio a la importación de acero procedente de 19 países constituye una decisión inesperada, radical y desproporcionada, además de inoportuna, como ha reconocido el comisario comunitario Leon Brittan.Se trata, evidentemente, de un gesto hostil. Una primera señal que contradice la nueva "política económica internacional" que la recién estrenada Administración se mostraba dispuesta a adoptar, consciente del elevado grado de interdependencia en que se desarrollan las economías. Esa amenaza en absoluto favorece la restauración de un clima de consenso en las negociaciones entre los dos bloques comerciales más importantes, EE UU y la CE. Y, desde luego, no favorece la reanudación de la ya dilatada Ronda Uruguay del GATT sobre bases más firmes que las existentes hasta la toma de posesión de Clinton.

También cuestiona el distanciamiento, prometido por el presidente durante la campaña electoral, de los lobbies americanos; en este caso, de los partidarios de la dureza en las relaciones comerciales con el exterior, y en especial con Europa. La inoportunidad de la medida proteccionista es indiscutible, pues se produce cuando la CE está haciendo notables esfuerzos por reducir su capacidad de producción en la industria del acero, y particularmente en España. La medida del Gobierno de EE UU afecta, en el caso español, según estimaciones preliminares, a unas exportaciones en tomo los 3.000 millones de pesetas anuales.

Pero también altera la coherencia con el fortalecimiento de los organismos de coordinación económica internacional que se había propuesto Clinton, y en especial su secretario del Tesoro, aparentemente decidido a "promover el crecimiento económico internacional" y potenciar para ello el papel del G-7 y de otras instancias internacionales.

Por último, la medida refuerza las prioridades más domésticas de la nueva Administración estadounidense. Antes de fortalecer el esquema de relaciones económicas internacionales parece optarse por un talante definido como "el fortalecimiento en casa". Ello renueva los riesgos de proteccionismo y, en todo caso, constituye una seria amenaza a la recuperación de la economía mundial, necesitada de esa normalización en las relaciones comerciales internacionales.

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