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La crisis del carbón destapa las luchas internas en el Gobierno británico

Enric González

Al Gobierno británico se le atribuía una virtud y un defecto: la primera, que constituía un grupo de personas bien avenidas bajo un primer ministro, John Major, que prefería las actuaciones colegiadas; el segundo, que el nivel general era más bien mediocre. El defecto permanece, pero la virtud ha desaparecido. El embrollo de la minería del carbón, los conflictos económicos y las tensiones en el Partido Conservador han abierto numerosos enfrentamientos personales entre los miembros del Gabinete.

Michael Heseltine, ministro de Industria, es quien más palos recibe de sus colegas. La actuación de Heseltine respecto a la minería del carbón ha sido caótica. En octubre anunció un cierre casi completo y el despido de 30.000 mineros. En noviembre, visto el furor en el Parlamento y en la calle, Heseltine y su jefe, Major, tuvieron que acceder a un aplazamiento del cierre, con revisión incluida. El viernes, una comisión parlamentaria publicará un informe favorable a la supervivencia de 20 de las 33 minas amenazadas de cierre. Y, poco después, Heseltine anunciará la implantación de un subsidio de cinco libras por tonelada de carbón y la continuidad de casi todas las minas, por cinco años como mínimo.El ministro de Industria habrá dado, si se confirman las sugerencias de Downing Street, un giro de 180 grados en poco más de un trimestre. Major, alarmado ante el crecimiento del desempleo (que este mes superará los tres millones de personas), prefiere subvencionar el carbón que pagar subsidios a otras 30.000 personas en paro. Para Major y, sobre todo, para Heseltine, el carbón será una herida político que tardará muchísimo en cicatrizar. El carbón ha roto, además, la armonía en el Gabinete.

Subsidios a la industria

Los ministros thatcheristas han aprovechado la pirueta de Heseltine para acusarle casi de socialista: la industria, dicen, no debe recibir jamás subsidios del Gobierno, sin querer acordarse de que la Margaret Thatcher garantizó un generoso subsidio para la industria de electricidad nuclear.Con el rifirrafe del carbón se ha abierto la caja de las recriminaciones. El ministro del Interior, Kenneth Clarke, quiere reforzar la policía y dejar toda la lucha antiterrorista al secretísimo MI-5; el ministro de Ambiente y Administraciones Locales, el thatcherista Michael Howard, le acusa de reventar un modelo policial más o menos efectivo y dar relieve a cuerpos secretos.

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