El pensamiento en la novela
La interrogación por el existir dibuja una línea recurrente en el pensamiento de Rafael Argullol, catedrático de Estética en la Universidad de Barcelona y uno de los espíritus más atentos al pulso cultural de nuestro tiempo. En una aproximación esquemática, dos son las líneas que conforman su exploración teórica e imaginativa: de una parte, el enlace con aquellas instancias del pasado (Renacimiento, romanticismo) cuya virtualidad sigue siempre en vilo para quien sabe estar a la escucha. De otra, la cristalización en figuras de esas instancias. Y así el comentario a tres grandes ejemplos del fenómeno romántico (Hölderlin, Keats, Leopardi) constituye una llamada al presente de la voz interior irreductible que el autor ve representada por esos tres grandes europeos. Su ensayo El héroe y el único (1984) suponía una cala insólita en la configuración del ser romántico y de la idealidad proyectiva que entraña.Paulatinamente, y con precisa conciencia de asedio a algunos temas centrales que procura reavivar -el sentimiento del riesgo y el desenmascaramiento de las ambigüedades inherentes a lo cotidiano-, Argullol ha ido extendiendo el arco de sus intereses, mediante la concentración en la novela. Pero como ocurre en todos los casos donde en definitiva es el escritor lo que importajos géneros (poesía con Disturbios del conocimiento y Duelo en el valle de la muerte o ensayos como La atracción del abismo, El territorio del nómada o Tres miradas sobre el arte) no hacen sino transmitir un mundo personal inconfundible, tenso entre la vulnerabilidad de sus héroes, sería el caso de El asalto al cielo, novela de 1986, y la intensificación de núcleos reflexivos en torno al destino, la muerte y el laberinto de la propia identidad personal.
Cumple así Argullol con una aportación precisa al universo narrativo de este fin de siglo: el retorno a las ideas en la novela y la atención por lo trágico, en lugar del solo virtuosismo o del juego encontrado de peripecias anecdóticas. Novela, pues, de ideas la suya, que abismáticamente las enfrenta y radicaliza, como fuerzas que arrastran y determinan a sus propios héroes.
Seguramente la atracción por la pintura del expresionista o, mejor, del adelantado del expresionismo que fue Edward Munch, supone un buen ejemplo de su interés en la singularidad de un artista que orientaría el curso de la pintura europea; por lo menos, en uno de sus aspectos radicalmente existenciales.
Encuadrado en un europeísmo consciente y animado por su solidario espíritu crítico, la expresión escrita de Rafael Argullol manifiesta las fases que configuran al hombre de nuestro tiempo en alguno de sus rasgos irrenunciables. Un hombre que, en palabras de Hermann Broch, se niega sobre todo a ser un huésped de su propia vida.
El asalto al cielo ilustraba la separación entre los tiempos y dramatizaba vívidamente un afán íntimo de reconciliación entre los personajes, más allá de su dimensión conflictiva. Paralelamente, confluían allí la aventura y el viaje, el extrañamiento y el anhelo de conocer. En Desciende río invisible, la "aventura" venía a condensarse vertiginosa en una fugaz trayectoria viajera hasta plantear la última pregunta, sin más respuesta que su mismo enigma mortal.
Con cierta ingenuidad iniciática, lamentaba el escritor en su primer libro de poemas el incendio de la biblioteca de Alejandría y postulaba una irreductibilidad personal a la erosión y al desgaste. En el paso de la utopía a la realidad, el escritor afirmará su voz en la novela, seguramente con un trasfondo ideal de pensamiento frente a la trama ineludible del acontecer. Probable y felizmente, una novela con ideas para empujar la novela general de nuestros días.
Babelia
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