Recuerdo de un tiempo
Cuarenta años tiene esta obra: se notan, a pesar de los retoques -de nombres, circunstancias- de Eduardo Galán (dramaturgia), sobre todo en lo que se refiere a actualización de lo que se menciona. Tono, y menos Llopis, no pretendieron ser eternos en el teatro: sí gustar, hacer reír, parodiar, decir chistes, mostrar un pequeño ingenlo. Tono, sobre todo, venía ya de la misma caída que Mihura: de las piezas de humor surrealista, llenas de fantasía y de una muestra más tierna que ruda de la sociedad. Se ha dicho que La Codorniz causó más demolición en la sociedad de su época, sin proponérselo, que muchas acciones literarias; es posible, y soy testigo de la ira que producía a los defensores de una tensión superficial antigua y falsa, hecha de tópicos, de retórica, de una fraseología que se veía desmontada.
La viuda es sueño
De Tono y Carlos Llopis.Dramaturgia: Eduardo Galán. Intérpretes: María Kosty, Lydia Ruiz, Queta Claver, Paco Camoiras, Felipe Jiménez, Rafael Castejón, Pilar Bardem, Ismael Abellán, María Jesús Valdés, Carmen Segarra. Escenografia: Antonio Mingote y Alfonso Barajas (según dibujos de Tono). Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Centro Cultural de la Villa de Madrid, 30 de diciembre de 1992.
Burla social
En el teatro, Tono y Mihura se hicieron comerciales, a falta de otra cosa posible; y en sus obras queda mucho de aquella burla social. Tono desconfiaba de sí mismo como constructor de argumentos y de la carpintería teatral que se daba como indispensable, y buscaba colaboradores duchos; sobre ellos, ponía su ingenio. Carlos Llopis fue autor cómico de mucho éxito -y muy justo, en este género; escoltando a Jardiel Poncela, como se ve aquí mismo- y colaboró con Tono, a quien se debe el humor blanco, el disparate de lo que se llamó tonesco; muchas gracias se han perdido a fuerza de ser repetidas, imitadas en este tiempo. En el suyo sonaban como ingeniosas y modernas; pero nadie se planteó que estas obras iban a sobrevivir en el tiempo.Sobreviven poco. Sobre todo si la dirección es poco eficaz; el decorado, feo -exonero de la culpa a Mingote, que se propuso otra cosa: copiar un dibujo de Tono-, y la interpretación, notablemente débil. María Jesús Valdés es una actriz dramática, y conserva sus dones; pero de ninguna manera puede hacer este papel si no está dirigida de otra manera. No hay mas allá: cada uno hace lo que puede y, aun siendo buenos y queridos actores, no dan más relieve a la obra. Pienso que no era el teatro oportuno para resucitar otra época; pero no todo el mundo lo pensaba así, y las risas sonaron muchas veces con estrépito, y los aplausos también.