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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Retorno de Sidney Lumet

Una extraña entre nosotros

Dirección: Sidney Lumet. Guión: Robert J. Averech. Fotografia: Andrej Bartkowiak. Música: Jerry Book. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: Melanie Griffith, Eric Thal, John Pankow, Tracey Pollan, Lee Richardson. Estreno en Madrid: cines Imperial, Madrid, La Vaguada y Albufera.

Aunque supone el retorno a la gran producción de uno de los mejores cineastas de la generación kennedyana, Sidney Lumet, que últimamente se prodiga muy poco, Una extraña entre nostros no añade nada a la obra de quien llegó a la cumbre en aquella memorable Doce hombres sin piedad, joya deudora del estilo de la época fundacional del telefilme: años cincuenta y primeros sesenta, antes de que la fabricación masiva de series-longaniza comenzara progresivamente a degradar la pequeña pantalla.El veterano Lumet conserva ciertamente el pulso y compone una sólida armazón para una buena ficción de intriga. Pero no pasa de ahí, de un buen ejercicio de oficio, con escasa inspiración y algo epidérmico, en la investigación de la interioridad de los personajes. En realidad, a Lumet le interesa únicamente el que interpreta Melanie Griffith: una mujer policía, de caracter duro e inclinada a la resolución expeditiva de sus casos, que inesperadamente se ve atrapada -y por primera vez en su vida desarmada- por dos hombres que, cada uno antípoda del otro, despiertan en ella atracción y ternura.

Carpintería

Melodrama e intriga se funden con facilidad y sin solución de continuidad en ese esquema, pero a la bella hija de la bella Tippi Hedren no parece interesarle mucho el embrollo de su personaje y, tal vez contagiada por la indiferencia de Lumet, hace una composición cuidada, pero bastante fría y meramente mecánica de la desconcertada muchacha policía. La progresiva mutación de su forma de vivir está bien graduada, pero los peldaños de la escalera se ven y con ellos salen a relucir las tripas del cálculo, del artificio, cuando una buena composición no debe percibirse nunca como tal, ni dejar ver al espectador su carpintería interior.

El lado más estimable del filme es precisamente el más descuidado por el director, aunque el guionista insiste mucho en él: las peculiaridades de la vida cotidiana, ascética y moralmente severísima, de una secta hasídica neoyorquina, en la que Melanie Grifith hurga en busca de la resolución de un complicado crimen cometido dentro de ella. Este telón de fondo permite por contraste dar nitidez a la personalidad de la protagonista. Pero uno tiene la impresión de que ese marco de relaciones morales tiene entidad para ser algo más que un simple telón de fondo.

Una extraña entre nosotros compitió en el último festival de Cannes, pero allí pasó inadvertida.

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